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2009/11/05

San Salvador está atrapada en la inseguridad

San Salvador es el centro del país, y eso, con sus pros y sus contras, requiere tratamientos especiales. Como bien dice la ciudadanía, la labor debe ser compartida entre las autoridades locales y las autoridades nacionales.

Escrito por Editorial. Jueves 05 de Noviembre. Tomado de La Prensa Grafica.

Las encuestas de opinión recogen sistemáticamente la angustia de los habitantes de la ciudad capital frente al auge incontrolado, y hasta la fecha incontrolable, de la violencia en esta área superpoblada del país. Según la más reciente encuesta de LPG Datos, tal tribulación ciudadana se refleja en la percepción que tiene más del 70% de la población en el sentido de que las cosas en San Salvador van mal, con más de un 70% que considera que la delincuencia es la causa principal de tal percepción.

En lo referente a la violencia en sus diferentes formas, las cosas han ido en realidad de mal en peor, especialmente en ese submapa de la inseguridad extrema, que coincide con otro submapa: el del centralismo que venimos padeciendo endémicamente desde que hay memoria nacional. Los salvadoreños no hemos sabido, a lo largo del tiempo, desplegar una estrategia de desarrollo que contemple el territorio nacional en su conjunto; y al hacer concentraciones artificiales de desarrollo lo que acaba por producirse es un desbalance perverso, del que van surgiendo continuas distorsiones.

Los desastres naturales y el prolongado conflicto bélico vinieron a agudizar el fenómeno, y ni aun así se dio una luz de comprensión de la realidad en los ámbitos institucionales y sociales. Más bien se profundizó la tendencia a dejar que las cosas siguieran su curso, como si se pudieran ir solventando por su cuenta. Hoy estamos pagando muchas facturas resultantes de tal imprevisión, y desde luego resolver problemas cuando han arraigado tanto es tarea que requiere un compromiso nacional integral, que tampoco se mira aparecer por ninguna parte. ¿Hasta cuándo continuaremos en las mismas?

LA INSEGURIDAD LO CONTAMINA TODO

A lo largo de la posguerra, en nuestro país se han dado múltiples avances de gran importancia en la línea de la modernización; pero hay dos factores de contrapeso que vienen a desbaratar mucho de aquel trabajo: la miopía frente a la problemática de la inseguridad y la falta de una línea de acción nacional en los temas de fondo. Es decir, nuestras fallas fundamentales complementarias: improvisación y ausencia de planificación. En ambos casos, dichas fallas infiltran toda la realidad, haciendo que ésta se vuelva un camino mucho más escabroso y complicado de lo que normalmente es.

Las señales desde el ambiente no pueden ser más dramáticas: la inseguridad es una enfermedad que ha venido agravándose, sin que hasta el momento se le hayan aplicado otra cosa que analgésicos ineficaces. Es hora de emprender un esfuerzo que, más que por sus dimensiones en el terreno, se caracterice por su efectividad en el control del mal. Estamos, pues, ante un desafío de efectividad que se vuelve cada día más apremiante, y las voces ciudadanas, crecientemente impacientes, lo hacen sentir sin ningún género de duda. No se explica, entonces, la sordera institucional.

San Salvador es el centro del país, y eso, con sus pros y sus contras, requiere tratamientos especiales. Como bien dice la ciudadanía, la labor debe ser compartida entre las autoridades locales y las autoridades nacionales. Cualquier barrera que impida una cooperación eficiente debe ser apartada. La responsabilidad es común.

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