No hay ni fórmulas mágicas para lograr el desarrollo, ni atajos de la pobreza a la prosperidad, como por desgracia parecen pensar muchos de los actuales funcionarios
Editorial. Jueves 19 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Representantes del sector productivo hacen ver que las reuniones con funcionarios para discutir la reforma tributaria son el equivalente de hablar con las paredes. Pese a que según el gobierno se han "consensuado" los cambios a la tributación, muy poco se avanzó, y mucho menos se avanzó en hacer comprender que elevar impuestos en medio de una crisis es igual a pegarse un balazo en el pie.
El gobierno olvida la sabia regla que las buenas mamás enseñan a sus hijos: si tu salario disminuye, corta tus gastos, aprieta tu cinturón. Además, en lo posible, busca adicionales fuentes de ingresos. Como lo dijeron analistas consultados, un nuevo ingreso, en el caso del gobierno, es concesionar el puerto de La Unión y el aeropuerto de Comalapa. Otro sería llegar a un acuerdo con ENEL para reducir las importaciones de petróleo e incrementar la generación de energía.
Hay propuestas que asombran, como poner impuestos a los fletes de exportación, lo cual vendría a afectar en forma negativa nuestra capacidad competitiva frente a un mundo cada vez más difícil. Perderíamos las ventajas de estar a un paso del mercado más grande del mundo, el de Estados Unidos.
No tiene sentido, en el contexto que señalamos, lo que dijo el representante de una gremial, estar "claros que se necesitan los recursos para sacar adelante al país". Lo que saca adelante a los países no son los gastos gubernamentales ni menos aumentar las cargas a la gente cuando todos están pasando penurias, sino la inversión, crear empleo, reducir trámites, cortar burocracia, hacer más eficiente su labor. Es contraproducente sacar de sus puestos a empleados y funcionarios capaces de larga experiencia, para darlos a individuos por el solo hecho de ser correligionarios políticos.
Necesitamos formar capital, no perseguirlo
Inversión es empleo, empleo es riqueza, riqueza es progreso. No hay ni fórmulas mágicas para lograr el desarrollo, ni atajos de la pobreza a la prosperidad, como por desgracia parecen pensar muchos de los actuales funcionarios.
La inversión es muchas cosas. Invierte el dueño de taller que se compra un nuevo taladro, como el empresario que instala una planta industrial. Se invierte al dar mantenimiento a lo que está en pie, al comprar tecnología, al capacitar trabajadores.
Para que haya inversión tiene que haber seguridad, seguridad jurídica y seguridad física, condición que hoy en día se aleja más y más. Adicionalmente, es de idealistas ver hacia el esplendoroso futuro comunista de los salvadoreños, vaya, de la humanidad entera, pero el que tiene que endeudarse o meter sus ahorros en lo incierto, lo pensará muchas veces. A fin de cuentas es el mero mero, el que a la postre escoge las canciones de la fiesta.
El planteamiento gubernamental parte de varios y graves errores, a saber:
--El primero, que incrementar impuestos en tiempos de crisis, la prolonga;
--el segundo, que subir las tasas (como se ha demostrado hasta la saciedad) reduce el ingreso fiscal. La voracidad es la peor enemiga del tesoro público;
--el tercero, que en vez de simplificar las reglas tributarias, estas se complican, elevando los costos tanto de los recaudadores como de los contribuyentes;
--el cuarto, que el desarrollo se fundamenta en la creación de capital, que un impuesto al ahorro (cuentas bancarias) lo destruye.
Todo al revés.
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