Escrito por José María Sifontes. Lunes 02 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Martita (nombre ficticio) casi no recuerda El Salvador. Hace varios años que se fue. Realmente no se fue, se la llevaron. El hecho de que se la hayan llevado sin que fuera del todo conciente de su cambio de vida no constituye una tragedia. Todo lo contrario, en muchos aspectos es lo mejor que le pudo haber pasado.
Nació con un problema grave del corazón. Con su enfermedad y con la extrema pobreza de su familia estaba condenada a muerte. Providencialmente hace unos años vino al país un grupo de cirujanos cardiovasculares a operar casos graves de malformaciones cardíacas y Martita fue colocada en la lista. Luego de todo tipo de evaluaciones fue operada exitosamente.
En el transcurso de los exámenes, de la cirugía y del postoperatorio un miembro del equipo de cirujanos le tomó cariño y pensó en la posibilidad de adoptarla. Creyó que el proceso sería fácil dado que todo estaba a su favor: la madre estaba dispuesta y hasta aliviada de darla en adopción y él era un respetable cirujano, casado con una cirujana y con todo el potencial de darle los cuidados necesarios y permitirle tener una vida feliz.
Pero el proceso fue tedioso, largo, difícil. Innumerables requisitos y formularios, suspicacias e investigaciones que buscaban cosas de las cuales dudar. La pareja tuvo que superar muchos obstáculos para completar los requisitos. Afortunadamente estaban decididos y en lugar de dejarse vencer (lo que muchos hubiesen hecho con menos) lograron finalmente su objetivo.
Ahora Martita vive en los Estados Unidos. Va a la escuela y es una de las mejores de su clase. Tiene hermanos que la quieren y unos padres que la ven como a una hija más. Sabe que es adoptada y de vez en cuando escribe cartas a sus padres y hermanos biológicos, en un español que ya no domina, a los que les cuenta qué hace y cómo vive. Los padres salvadoreños están contentos de la suerte de su hija, saben que de haber seguido aquí estaría muerta y se han adaptado a la idea de haberla dejado ir. Nada piden, el hecho de saber que está bien es para ellos suficiente.
Cualquiera diría que esta es una historia de adopción ideal, que las cosas están bien como están. Pero no es así. Algunas personas en El Salvador han encontrado un problema en los procedimientos y evalúan la posibilidad de que se suspenda la adopción y de que la niña regrese al país con sus padres biológicos. No es un problema de su familia adoptiva, ni siquiera un problema insuperable de requisitos. Es algo más trivial, un conflicto planteado por una institución que desea ganar con este caso cierto poder en la concesión de adopciones. Afortunadamente han aparecido personas sensatas que ven que el futuro de Martita es más importante que el hacer prevalecer argumentos.
Sin embargo, este es un ejemplo más de cómo se han venido haciendo las adopciones en nuestro país. Trámites engorrosos, requisitos casi insuperables que hacen que se prive a muchos niños de un mejor destino. Ya es tiempo que esto cambie, que en las adopciones prevalezca el sentido común y que el factor más importante a considerar sea el niño.
Mientras se continúe con la tramitología interminable, con la idea de que los adoptantes son personas de antemano sospechosas, seguirá llenándose la lista de niños condenados a pasar su existencia en orfanatos y que perderán la oportunidad de una vida normal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.