Comentarios mas recientes

2011/01/11

RAICES - Imponer el reality show-Periodismo Alternativo desde El Salvador

 Carlos Miguélez Monroy. 11 de Enero. Tomado de Raices.

Nuestra utilización de las nuevas tecnologías no sólo nos convierte en seres
localizables las 24 horas, sino que además alimenta tendencias narcisistas
de la posmodernidad, en términos del sociólogo francés Gilles Lipovesky al
criticar el individualismo moderno. Muchas personas convierten lugares
públicos como el Metro en escenarios donde se comportan como ante las
cámaras de un Gran Hermano.

El metro de varias ciudades de todo el mundo ya cuenta con la tecnología
para hacer y recibir llamadas en cualquier momento. En una hora punta, un
tren puede albergar a hasta doscientas personas. Si a todas se les ocurriera
hablar por el teléfono al mismo tiempo, el ruido impediría mantener una
conversación “normal”.

No todos llevan teléfono y pocos lo encienden o lo utilizan para hacer
llamadas a esas horas de la mañana… o de la tarde. Pero otros lo hacen a
volúmenes que impiden al resto de usuarios no enterarse del contenido de la
conversación. En ocasiones se trata de cuestiones de trabajo irrelevantes o
incomprensibles para los demás pero, en otras, el narcisismo convierte
cualquier viaje en un melodrama de telenovela.

Anécdotas con insultos y palabras altisonantes, gente indignada y ofendida,
detalles de las borracheras y juergas de las personas forman parte de viajes
ya de por sí incómodos cuando están llenos los vagones. En el rostro de
algunas personas mayores se llega a adivinar disgusto ante ciertas
confesiones íntimas llenas de detalles innecesarios. También son frecuentes
las discusiones entre parejas: “Pero cari, acepta ese trabajo pa’ que
podamo’ pagar el piso”.

También hay quienes utilizan el teléfono como aparato de música para que los
usuarios de transporte público se muevan a ritmos distintos: rap, reggaetón,
rock, música electrónica, lo más reciente de Lady Gaga o de Rihana. Sin
embargo, a horas muy tempranas o después de un largo día de trabajo, muchos
desaprueban de la discoteca portátil y su repertorio musical. Se callan para
“evitar problemas”, pero la sensibilidad de algunos de estos “DJ’s” les
permite detectarlo, sentirse ofendidos y decir, no siempre para sus
adentros: “bola de amargados”. Lo que no les permite esa sensibilidad es ver
el cansancio, la tristeza, los “días malos” y la necesidad de espacio de la
gente.

En repetidas ocasiones, las personas parecen imponer sus gustos y aficiones
personales a los demás, a veces bajo el manto de la “tolerancia” y de la
“libertad”. Así sucede con los fuegos artificiales y los “petardos”. Ya no
sólo los hacen explotar la última noche de cada año, sino que repiten los
bombazos e iluminan el cielo a cualquier hora del día o de la noche.
Ancianos, enfermos que intentan descansar en su casa, gente que quiere
estudiar o que tiene mascotas con un trauma a causa de las explosiones
tienen que aguantarse, aunque esté prohibida la venta y utilización de
fuegos artificiales.

Las tecnologías se han convertido también en una herramienta para imponer
puntos de vista y para censurar a quienes piensan de manera distinta. El
escritor español Javier Marías ha denominado a estos internautas como los
patrulleros: “el lector que, lo mismo que los coches de policía van ojo
avizor por las calles a la búsqueda de delitos e infracciones, patrulla
incansablemente los periódicos –o, si le sobran horas y energías, las radios
y las televisiones – al acecho de opiniones reprobables, deslices
imperdonables, comentarios políticamente incorrectos, frases sospechosas y
posiciones discriminatorias o subversivas. Los Patrulleros viven en
permanente estado de alerta, y van provistos de unas antenas que, con el
tiempo, suelen hipertrofiárseles”.

Esta hipervigilancia ha desembocado en una tendencia a “desnudarse”, a dar
explicaciones sin que nadie las pida, como si fuéramos presuntos culpables
de algo. Las nuevas tecnologías pueden alimentar la hipervigilancia y las
tendencias narcisistas de las personas, dos caras de una misma moneda.

Teléfonos, Blackberry’s, Ipods, videojuegos y redes sociales cumplen
funciones como herramientas para las necesidades comunicativas de las
personas. Como con las drogas, mucha gente convierte esta herramienta en un
fin cuando hay soledad o comportamientos tóxicos y adictivos. O
sencillamente miedo al silencio. Gobiernos y empresas aprovechan esas
carencias y la cultura de “transparencia” que desvela la intimidad de las
personas. Así las controlan mejor y las convierten en mejores objetos de
consumo.

RAICES - Periodismo Alternativo desde El Salvador

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.