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2011/01/02

LPG-Redes sociales

 Escrito por Eduardo García.02 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

edunagar@gmail.com

Quienes frecuentan la red social Facebook se asombraron al final de noviembre pasado al ver que miles de rostros de portada desaparecieron de sus perfiles, para dar lugar a sonrientes imágenes de la infancia y a populares caricaturas.

La campaña proponía borrar los rostros adultos del portal y sustituirlos por aquellos héroes y heroínas que llenaron nuestra infancia de alegría.

El motivo: protestar contra la violencia infantil, que sigue estropeando el futuro de millones de niños en pleno siglo XXI.

La iniciativa buscaba además recordar que también nosotros fuimos niños y que los sueños que entonces nutríamos son los mismos que hoy nutren millones de mentes infantiles por doquier; muchos de los cuales nunca llegarán a cumplirse, simplemente porque el mundo en muchas zonas le está dando la espalda a la niñez.

Basta pensar en las tremendas cifras del trabajo infantil que reporta UNICEF. Niños y niñas que trabajan en condiciones de virtual esclavitud y que a menudo mueren jóvenes, víctimas del desgaste de sus inhumanos trabajos.

Si a esto sumamos los millones de menores utilizados para el comercio sexual, las estadísticas aumentan de manera alarmante. Y si agregamos la muchedumbre de niños que simplemente no tienen acceso a una escuela, los que no gozan de atención médica, los que van a dormir sin comer y los que son comúnmente golpeados por sus propios padres, entonces las cifras se hacen intolerables.

Esta idea nos permitió recordar que millones de niños en el mundo aún sobreviven sin un hogar; ya sea por abandono de sus padres, o porque guerras y calamidades se los han arrebatado, o porque gobiernos y sociedad no hacen lo suficiente para devolverle una familia a cada uno de estos infantes, excluidos sin culpa del más precioso bien: el abrigo y el calor de un hogar. Y todo a causa de esta sequía de amor que como sociedad estamos experimentando.

En medio de este panorama se acercaba la que es por excelencia “la fiesta de los niños”, la Navidad; cuyo foco y centro es también un niño. Un niño que siendo hijo de rey nació en pobres pañales de pastor y carpintero, para compartir más de cerca el frío y la necesidad de los suyos, ese frío que aún sufren millones en el mundo.

Es este niño el que le da sentido a todas las celebraciones de esta época que acaba de pasar. Los pesebres, que recuerdan el humilde lugar donde él nació; los regalos, que rememoran los presentes traídos por los sabios de Oriente; los villancicos, que imitan los coros de ángeles que cantaron glorias al Rey nacido, y las luces, que emulan a los astros del cielo que guiaron a magos y pastores hacia la gruta de Belén.

Y sin embargo también ese niño fue víctima de maltrato. Muchos inocentes murieron bajo la ira de Herodes, deseoso de truncar la esperanza de Israel. Ya adulto sufrió una violencia e injusticia mucho mayor, al ser clavado a un madero por el extraño “pecado” de proclamar el perdón entre los hombres. Pese a que el mundo intenta expulsar a este niño de su propia fiesta, nada cambió el hecho de que el hijo de José y María era el verdadero homenajeado.

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