LPG-Provocativo, pero comprensible

Escrito por Juan Héctor Vidal.24 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica. 
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“El país se encuentra en buen momento para dar un viraje drástico en la manera de hacer las cosas... Es una tarea difícil, pero no imposible.” Así reza el primer párrafo del epílogo del Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2010: De la pobreza y el consumismo al bienestar de la gente. Propuestas para un nuevo modelo de desarrollo.

No se me ocurrió otro calificativo, después de poner en perspectiva los hallazgos y propuestas del PNUD, en torno a un tema que ciertamente ha estado en la agenda nacional por largo tiempo, pero bajo una lógica que el mismo estudio pone en tela de duda. Paradójicamente, las propuestas surgen en un momento cuando la cotidianidad nos deja poco margen para pensar en grande y empezar a generar una cultura alrededor de objetivos que nos permitan construir una sociedad cualitativamente distinta. Sin embargo, creo que es la crítica al cortoplacismo que históricamente ha guiado nuestras acciones y, sobre todo, al desdén con que hemos visto a nuestros semejantes, lo que hace más valioso el documento.

Obviamente, las propuestas no pueden plantearse en el vacío. Sin embargo, desde mi punto de vista, es el enfoque social antropológico lo que hace la enorme diferencia con otras iniciativas que se han ocupado de formular propuestas en torno al desarrollo nacional. Mientras estas han sido moldeadas a partir de un excesivo economismo –muchas veces confundiendo medios con fines– aquella hace de la persona el centro de atención, sin obviar, naturalmente, lo que aconseja la teoría y la práctica económica más modernas en búsqueda del bien común.

Desde este punto de vista, resulta plausible el énfasis que pone el estudio en el poco acceso que tienen grandes segmentos de la población a servicios y bienes esenciales, como la salud, la educación, el agua y la vivienda, mientras el Estado distrae cuantiosos recursos de los que se benefician mayormente estratos de altos ingresos. Los subsidios indiscriminados, que comprometen el 2% del PIB, son una muestra palmaria de la irracionalidad económica y social en un país que arrastra las mayores diferencias en América Latina en términos de oportunidades e ingresos entre ricos y pobres.

Por el contrario, tampoco deja de ser una paradoja, que El Salvador ocupe el tercer lugar en el mundo, donde el consumo total excede significativamente el ingreso nacional. En este sentido, el estudio pone un especial énfasis en lo impostergable de adoptar políticas que alteren la relación ahorro-inversión, que es donde subyace uno de los problemas estructurales más formidables y que han sido exacerbados, yo no diría por el modelo que el país ha seguido durante los últimos años, sino por las prácticas enquistadas en la gestión gubernamental de hacer política económica, no precisamente en función del bien común.

Mientras tanto, el país se debate en una crisis de expectativas con las cuales hay que lidiar de manera impostergable, sin comprometer la racionalidad que debe guiar las grandes decisiones en búsqueda de la transformación que demanda el país. Esto significa actuar con premura, pero sin caer en la trampa de los esquemas populistas, que por lo demás no están a nuestro alcance, si por ello se entiende optar por la irresponsabilidad fiscal o la destrucción de las fuentes primarias de la prosperidad en cualquier sociedad.

En la productividad, en el arraigo de una cultura hacia el ahorro, en un sector productivo visionario y socialmente responsable, en un estado eficaz y austero y en una institucionalidad democrática consolidada, pueden sintetizarse los ingredientes que necesita el país para romper el círculo vicioso de la pobreza y transitar con solvencia a estadios superiores de desarrollo. De por medio están el empleo decente, el acceso a los servicios esenciales, la equidad de género, la responsabilidad fiscal, la transparencia, el combate a la delincuencia y la vulnerabilidad ambiental, tareas pendientes, según los hallazgos del PNUD.

Provocativo, pero comprensible