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2011/01/14

LPG-Orgulloso de ser salvadoreño...

 Después de Año Nuevo, viajando hacia el occidente del país, escuché en la radio la canción “Orgulloso de ser salvadoreño”, interpretada por Los Guaraguao, legendario grupo de la canción de protesta. Imágenes de una juventud pasada inundaron mi cabeza: el pelo largo, la protesta, paz y amor, desde los Guaraguao hasta John Lennon, ¡vaya generación! pensé.

Escrito por Carlos G. Romero.14 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

Vi hacia el horizonte, hacia esta tierrita noble y graciosa, con tiernos ojos contemplé sus volcanes, cerros y montañas; su cielo parchado de blancas nubes, hasta la presencia del hombre. Pensé, es serena, sus siembras, sus caseríos; sentimientos amplificados por las notas musicales de tan bonita canción y por la nostalgia de aquel divino tesoro que se fue para no volver, como lo expresó el gigante de la poesía de nuestra gran patria centroamericana.

A un lado de la carretera, saboreando una taza de café, recordé que hace unas décadas me fui de esta tierra amada; el sentimiento del emigrante, que deja todo lo conocido, en rumbo a otras tierras donde ni lengua, ni costumbres ni fe son conocidas.

¡Qué dicha! Pensé haber podido regresar antes de que me forraran de madera; que tristeza, pensé, los cientos de jóvenes que a diario se marchan en busca de un escurridizo sueño, bajo inhumanas condiciones y añorando volver sin todavía haber salido ¿Por qué se marchan?

¡Intranquilos pensamientos! Recientes experiencias durante las fiestas de Navidad y Año Nuevo no concuerdan con nuestra supuesta realidad: el ejecutivo de un banco, radicado en nuestro país, decía que aun si lo despedían él no regresaría a su nativo Canadá; un señor colombiano maravillado por lo que el llamaba “las innumerables oportunidades en nuestro país”; tres empleados de una gasolinera en La Unión, de origen nicaragüense, decían que su sueño era traer a sus familias para acá; la pariente política suramericana, radicada en la Florida, quien cuando estresada viene a “recargar baterías”, cada dos o tres meses, a nuestro querido El Salvador; los miembros del Ejército de Estados Unidos, quienes nos visitaron en calidad de turistas, se marchaban impresionados y con muchas ganas de volver; el colega chapín quien otra vez recalcó lo seguro que se siente en nuestras carreteras...

¿Qué El Salvador es este? No concuerda con lo malo y lo feo que a diario leemos o escuchamos; con las apocalípticas opiniones de los eruditos, “Juventud sin valores”, por ejemplo. A raíz de una de esas cosas de la vida terminé en “Quién quiere ser millonario” y observé a los jóvenes que atienden los diferentes show ¡todos salvadoreños!, el profesionalismo, el dominio de la tecnología, la atención –una señora con un niño en brazos, del campo, solicitando entradas para un show dominical atendida con un respeto, hasta cariño podría decir–. ¿Juventud sin valores? No lo creo.

¿Entonces? Para entender este fenómeno tuve que recurrir a la Física, segmento de la ciencia más afín a mi experiencia. En El Salvador existen dos universos paralelos: uno donde la población es serena, trabajadora, disciplinada, donde todo trabajo es digno, respetuosa de su Dios y del derecho ajeno, ama a su prójimo, es solidaria, consume lo que necesita, rico o pobre; el otro universo es poblado por seres violentos, desenfrenados, agresivos, entregados al consumismo, el querer tener por cualquier medio aquello que no se ha ganado, al acaparar, en detrimento del prójimo y de sí mismo, rico o pobre. La buena noticia: los pobladores de lo bueno son muchos, pero muchos más que los pobladores de lo malo y lo feo.

Orgulloso de ser salvadoreño...

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