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2011/01/02

LPG-Lucha contra el narcotráfico

 Escrito por Ernesto Rivas Gallont.02 de Enero. Tomado de La Prensa Gráfica.

netorivas@gmail.com

El Salvador no es una isla. Junto con los otros países centroamericanos estamos en la ruta hacia el norte que sigue el tráfico de drogas, dejando una estela de crimen y corrupción incomparable con lo que antes hemos sufrido.

La lucha contra el narcotráfico en la región no debe ser trabajo individual de los países. El tráfico de drogas es un crimen transnacional que requiere atención multinacional y multilateral, que debe incluir, principalmente, a Estados Unidos.

Con preocupación hemos visto en las últimas semanas noticias que aseguran que buena parte del territorio guatemalteco está infestado por grupos de Zetas, un ejército armado de los narcotraficantes. Ya antes hemos hablado que esa infame organización también tiene una presencia significativa en nuestro territorio.

El gobierno guatemalteco tuvo que decretar estado de sitio en el departamento de Alta Verapaz en diciembre pasado, con el fin de desarticular una célula de Los Zetas que había convertido ese departamento en su bastión.

Los Zetas han reclutado a elementos de los Kaibiles, soldados élites del ejército guatemalteco, a quienes ya hemos visto desfilando con nuestro ejército en las calles de San Salvador. Juntos han formado en Guatemala una red militar de protección a los narcotraficantes, similar a la que Los Zetas tienen en México, su país de origen.

No es difícil suponer que Los Zetas también hayan infiltrado territorio salvadoreño y que estén protegiendo el narcotráfico que utiliza nuestro territorio en tránsito hacia el norte.

Y es que parte de la producción de cocaína ha cambiado su origen y está desarrollando nuevas rutas para transportarla a su destino final en Estados Unidos. Esas rutas pasan por los países de Centroamérica. Por esa razón han surgido las guerras con los narcotraficantes en el norte de México, concentradas en la frontera con EUA.

El juicio de los autores intelectuales y los asesinos de los parlamentarios salvadoreños y su motorista concluyó hace pocas semanas en Guatemala, con sentencias que acumulan de varios siglos de cárcel para los acusados.

Sin afirmar que uno o más de los parlamentarios asesinados estaban involucrados en narcotráfico, nadie duda que ello fuera el móvil del asesinato. Nadie duda tampoco que haya habido una conexión claramente definida con narcotraficantes salvadoreños, pero, lo más fácil era culpar al más notorio narcotraficante salvadoreño Roberto Silva Pereira, el ex diputado suplente por La Unión que guarda prisión en Estados Unidos, esperando ser extraditado a El Salvador o a Guatemala.

La acusación a Silva Pereira de que él “ordenó” los asesinatos como venganza por haber apoyado el juicio que terminó con su fuero parlamentario es absolutamente inverosímil y solo los más ingenuos y aquellos que les convenga pueden creerla.

La verdad es que en El Salvador hay un escudo protector que impide que los peces gordos del crimen de cuello blanco sean perseguidos ni, mucho menos, acusados por sus fechorías.

Aquellas promesas de “daremos con los culpables, no importa quiénes sean ni dónde estén” han quedado siempre en buenas intenciones, porque a la hora de las horas nadie sabe nada ni quién es o quiénes son los culpables.

No me atrevo a mencionar nombres por falta de pruebas, pero solo basta repasar nóminas, comprobar actitudes, observar trayectorias y sus estilos de vida, para señalarlos. Pero, o ellos son muy hábiles o nuestras autoridades incompetentes, la realidad es que nadie hace nada en esos niveles.

Vendrá un día, que no está muy lejano, en que vamos a llorar como niños lo que no pudimos defender como hombres. Pero será muy tarde porque El Salvador se habrá convertido en otra Guatemala o, lo que es peor, otro México.

Lucha contra el narcotráfico

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