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2011/01/13

EDH-Los gringos, nosotros y Chávez

 Marvin Galeas.13 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

La relación entre Estados Unidos y América Latina es desproporcionada. Casi cualquier niño escolar de Lima, Quito, Tegucigalpa o San Salvador, sabe que la Estatua de La Libertad está en Nueva York y que Benjamín Franklin inventó el pararrayos.

Pero es poco probable que los escolares estadounidenses sepan dónde queda Lima o Tegucigalpa, o que el novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias ganó hace años el premio Nobel de Literatura. Para el estadounidense promedio, América Latina es una plaza con mariachis cantando "Cielito lindo" o un bus destartalado rebalsando de gente, canastos y gallinas por algún polvoriento camino.

El cine de Hollywood muestra a cabalidad la percepción que los estadounidenses tienen de nosotros. En la película "Traffic", por ejemplo, las escenas que se desarrollan en Los Ángeles tienen una elegante tonalidad celeste, mientras que las que fueron filmadas en México tienen brutales escenas con un asfixiante color sepia.

En cambio, cuando el cine norteamericano presenta la historia de un mafioso o de un asaltante de bancos, digamos en Boston, éste suele ser guapo, bien vestido y de muy nobles sentimientos con su novia. En la película "The Town", Ben Affleck encarna a un asaltante de bancos al que no le tiembla el pulso a la hora de matar policías pero que llora por la mujer que ama. El malo es el héroe al que el público adora.

Pero la relación no sólo es desproporcionada en todos los aspectos, sino que también es de amor y de odio, de nosotros hacia ellos. Los mismos jóvenes que acá despotrican contra el "imperialismo yanqui", suelen pasar horas oyendo música de los mejores grupos de rock estadounidenses y viendo partidos de la NBA.

De allá para acá la visión es más plana. O nos ven como un peligroso lugar donde hasta comer cualquier cosa puede ser mortal o como una exótica región donde se puede venir, de mochilas y bermudas, a tomar ron, bailar cumbias y conseguir mucho sol.

Los gobiernos estadounidenses se alejan o se acercan a América Latina, dependiendo de cuán amenazada esté su seguridad. Cuando Fidel Castro se hizo del poder en La Habana, John Kennedy lanzó la famosa y populista Alianza para el Progreso, para prevenir nuevas revoluciones en su área de influencia geopolítica.

Al mismo tiempo apoyaban a dictaduras militares anticomunistas. Franklin D. Roosevelt lo explicaba así: "Somoza may be a son of a bitch, but he is our". En los años setenta, Jimmy Carter, quiso apartarse de esos preceptos, pero en el intento dejó al mundo prácticamente a merced del expansionismo soviético.

En Nicaragua, por ejemplo, el que quedó en el poder en lugar de Somoza, Ortega, era igual de son of a bitch. Lo mismo ocurrió en Irán, Angola, Etiopía. Carter pasó a la historia como uno de los peores presidentes desde el punto de vista de los intereses estadounidenses.

Después Ronald Reagan limpió el desastre y convirtió las relaciones interamericanas en "escudo de la seguridad del nuevo mundo y espada de la proyección del poder global de Estados Unidos".

"Si no paramos a los comunistas en El Salvador, muy pronto los veremos corriendo felices en los ranchos de California", decía. Fuimos el último escenario de la Guerra Fría. La combinación Reagan-Gorbachov puso fin al enfrentamiento entre potencias. Después a Estados Unidos comenzó a importarle un pito América Latina. Clinton hizo una gran presidencia con adulterios y saxofón como música de fondo. Posteriormente Bush se enredó después en conflictos lejos de nuestro continente.

Pero las cosas comienzan a cambiar. A Estados Unidos no le importaría que Chávez grite, insulte o patalee. Piensan que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. La cosa cambia cuando el comandante se mete a alianzas con Irán y su potencial poderío nuclear. Cambia cuando desde el poder del gobierno bolivariano se ayuda y apoya a una guerrilla más comprometida con el narcotráfico que con ideales políticos. Chávez está, de alguna manera, reviviendo la Guerra Fría.

Ante ello, Estados Unidos comienza a enviar algunas señales. La masiva presencia militar estadounidense en aguas ticas es un claro mensaje al dictador venezolano y un poco a Ortega. Sin embargo, es muy probable que al igual que la de Carter, la presidencia de Obama sólo dure 4 años. Los halcones asoman el pico y las garras en el horizonte. Chávez está sembrando vientos que más temprano que tarde serán ciclones.

(Muchas gracias a todos los que respondieron a mis preguntas. El otro jueves lo comentaré. No he terminado de leer todavía los interesantes y abundantes correos).

elsalvador.com, Los gringos, nosotros y Chávez

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