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2011/01/21

EDH-La disyuntiva política de los pastores cristianos

 Mario Vega.21 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

Por su vocación y por la naturaleza del mensaje que anuncian, los pastores desarrollan su trabajo en la base de la sociedad a través de una intervención en las relaciones familiares, la formación de valores y el rehacer el entramado social haciendo a un lado la preponderancia del dominio. Esa labor, por apolítica que quiera presentarse, incide grandemente en la comunidad.

Es natural que los pastores realicen su servicio público en esas instancias donde se mantiene el lenguaje propio de la iglesia, en que no hay siquiera una distinción entre el trabajo social y la evangelización. Y así debe seguir siendo.

Pero los pastores también son llamados a expresar posiciones en temas tales como el carácter sagrado de la vida, la justicia, el aborto, la eutanasia, la violencia y la corrupción. Estos posicionamientos no serán lo suficientemente serios si no afectan la vida pública y, para eso, se impone la utilización de un lenguaje y una argumentación distintos de los de la iglesia.

Esas posturas se reconocen más fácilmente como políticas aunque las primeras no lo son en menor medida. La iglesia solamente podría alcanzar la apoliticidad (si es que tal cosa es posible) renunciando totalmente a su testimonio. En la medida que la iglesia es más consecuente con su naturaleza y con su misión, mayor será su intromisión en la vida de la polis.

En sociedades más desarrolladas y democráticas, la preocupación por tales temas ha conducido a los cristianos a la formación de partidos políticos, incluso confesionales, que han colocado a pastores en posiciones de poder. Ejemplo de ello es el del pastor Abraham Kuyper, quien llegó a ser el Primer Ministro de Países Bajos, después de una exitosa labor como parlamentario.

Pero, en nuestro país, los políticos se ubican en los lugares más bajos de credibilidad pública. Por el contrario, las iglesias se encuentran en el primer lugar. Así, la peor apuesta que un pastor podría hacer en nuestro país, es la de dedicarse a la política partidaria.

Constitucionalmente, está vedado a todo ministro de culto a ser miembro de partidos políticos, hacer propaganda proselitista y ser propuesto para cargos de elección popular. La única opción para un pastor que se interese en política partidaria es la de renunciar a su función eclesiástica. Y si no fuera ilegal, debería siempre hacerlo por motivaciones éticas.

El pastor cristiano ejerce una mayor influencia política cuando se mantiene separado de la política partidaria, pero pierde toda su capacidad de influencia cuando se pliega a una bandera partidaria. La gran disyuntiva es que el mantenerse fuera de un partido político le hace ser políticamente más eficaz, en tanto que incorporarse a un partido político le anula su capacidad de hacer política.

En nuestras actuales condiciones sociales, las cosas son así. Y lo seguirán siendo mientras no se transforme el poder político en una instancia de servicio, sobre todo, para aquellos por quienes Jesús mostró mayor compasión y dedicación.

Todo esto no implica limitar la participación política partidaria de los cristianos que no son ministros. Por el contrario, son ellos los llamados a convertirse en obediencia a la Palabra de Dios, en los misioneros que traspasen la frontera de la política partidaria para llevar y encarnar las buenas nuevas del reinado de Dios, que han de resultar en la transformación de las maneras tradicionales de detentar el poder.

Esa paulatina pero sostenida transformación permitirá que la percepción pública con respecto a los políticos vaya cambiando hasta alcanzar elevados niveles de aceptación y de confianza, lo cual supondrá mayores y justas exigencias por parte de los electores.

elsalvador.com, La disyuntiva política de los pastores cristianos

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