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2011/01/08

EDH-A flor de piel

 José María Sifontes.08 de Enero. Tomado de El Diario de Hoy.

Hace unos días me encontré en un almacén a un amigo a quien tenía mucho tiempo de no ver. Me contó que había venido a El Salvador a pasar las fiestas con sus familiares y que desde hace muchos años vive en la India. A pesar de que los cambios que había visto en la ciudad le habían impresionado positivamente, me confesó que deseaba irse pronto de aquí y que no se llevaba un buen recuerdo del país.

Estaba sorprendido del nivel de agresividad que había notado en la gente. No hablaba sólo del estado de criminalidad que había leído en los periódicos, sino también de la conducta agresiva de las personas en la calle, de los salvadoreños en general. Me contó que, como contraste, en la región de la India donde vive la gente es muy pacífica, que evitan toda actitud agresiva y que la tolerancia es algo cultural.

Minutos más tarde, en el mismo almacén, una señora le entregaba a la cajera un manojo de ramos ornamentales para que se los cobrara. Pacientemente, la cajera tomaba uno a uno los ramos y los contaba. Al terminar de contar la señora decidió cambiarlos por otros de diferente color. Nuevamente la cuenta. En un momento la cajera le preguntó: "¿Y este también?" Eso fue suficiente para que la señora montara en cólera y le dijera en mal tono: "Sí, ese también ¿que acaso no entendés?".

Lo que vi ratificaba lo que mi amigo me había dicho poco tiempo antes. Realmente no necesitaba esta ratificación, producto de la casualidad y el destino. Uno que vive aquí se da cuenta a diario que la agresividad está a flor de piel. Basta con que uno se parquee un poco fuera de posición para que le enseñen una 9 milímetros, o con un tanto de mala suerte, le metan un par de balazos. O que el sobrepasar un carro sea razón suficiente para que el motorista sea mandado al hospital, o al cementerio. Se insulta por una nimiedad, se amenaza por el menor motivo. Es evidente que cada día nos estamos volviendo más distintos a los hindúes.

Definitivamente algo muy malo está pasando en nuestra sociedad. La tolerancia no se ve y la amabilidad va quedando como un recuerdo de cómo solíamos ser los salvadoreños. Existe la tendencia de achacar todos los males a los delincuentes y criminales, y no nos damos cuenta que con nuestra conducta social todos somos un poco culpables de la situación. Somos una sociedad agresiva, y la sociedad somos todos.

Cierto nivel de agresividad es normal, incluso esencial para la adaptación. Nos ayuda a protegernos del abuso de los demás. Una persona sin agresividad sencillamente no podría sobrevivir, sería victimizada constantemente. En nuestro cerebro existen estructuras que disparan respuestas agresivas, y son parte de nuestro equipo de supervivencia. Pero una cosa es tener el equipo y usarlo cuando es necesario, y otra es irse al extremo y mostrar agresividad por cualquier simpleza.

El problema es que no es fácil controlar los impulsos agresivos, especialmente cuando la hostilidad reina en el ambiente, pues uno de los mayores inductores de agresividad es percibir agresividad en otros.

Ya que no podemos asistir en masa a cursos de control de agresividad, tan de moda en otros lugares, al menos intentemos ser más tolerantes en el plano individual. Se dice que unos pocos no hacen diferencia, pero por algo hay que comenzar.

elsalvador.com, A flor de piel

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