Norma Guevara de Ramirios.04 de Enero. Tomado de Diario Co Latino.
Lo más sobresaliente de nuestra América Latina hoy, es el empeño de
los pueblos por establecer caminos propios en el ejercicio de la participación popular en instancias de gobierno y la cada vez mayor preocupación de esos gobiernos para ocuparse en resolver el acumulado de problemas de pobreza, desigualdad, marginalidad, y de la situación de la sostenibilidad del desarrollo. Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil y Nicaragua, expresan claramente esa visión integral de la democracia; lo que inevitablemente, lleva a ocupar un espacio y un poder mayor del sector público en el desarrollo económico, chocando en muchos casos, con los agrupamientos nacionales y transnacionales acostumbrados a ocuparse de la rentabilidad de sus empresas, por encima de lo establecido en Constituciones y leyes nacionales, parlamentos o jueces.
Para cada país, la realidad cultural, económica y social es diferente, si cada uno se plantea salir adelante considerando su cultura y su realidad, difícilmente pueden crearse modelos para ser copiados, pero sí se puede distinguir de esos procesos socio políticos, el esfuerzo en cambiar la realidad injusta de sus pueblos, eso es lo que se proyecta desde posiciones fuertes de país, y de las políticas sociales.
Esta es ahora una tendencia dramáticamente diferente a la que privó en la década de los ochenta y noventa del siglo pasado, en la cual predominó el debilitamiento del sector público, las privatizaciones y el autoritarismo.
El debate sobre la visión programática de quienes aspiran representar al pueblo en el gobierno, se vuelve fundamental cuando se aprecia que el cambio hacia la justicia social es el signo más relevante para promover la democracia profunda, popular que supone, pero no se queda en las formas propiamente electorales de la democracia. Si dos siglos de vida republicana, sin democracia real, hubiera brindado satisfacción con gobiernos que dejan hacer a los grupos económicos sin preocuparse de la desigualdad, entonces lo que hoy ocurre en Sur América y desde hace cinco décadas en Cuba habría sido imposible.
En una entrevista dada por la ahora Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, antes de su elección ( la tercera del PT), explicaba los logros del Gobierno de Lula como movimientos estructurales en cuatro puntos: “crecimiento de la economía con estabilidad, expansión del mercado interno, la reinserción internacional del país y la redefinición de las prioridades del gasto público” afirmaba que esos movimientos se manifestaron de forma distinta en todas las clases sociales, pero más fuertemente entre los más pobres.
“Rescatamos 22 millones de brasileños de la miseria” afirmaba. De eso se trata, proyectar en la visión y en la manera de actuar, la preocupación fundamental por la parte más sacrificada de cada una de nuestras sociedades, sean la boliviana, la ecuatoriana, la brasileña, la nicaragüense o la salvadoreña.
Siendo la desigualdad, causa de muchos graves problemas, sacar adelante a las capas más pobres y marginadas de nuestra sociedad, requiere apoyo en el primerísimo lugar de la gente pobre, para caminar contra la pobreza; esto requiere asegurar el acceso a la salud, a la educación, a la formación en oficios, al impulso de la producción, contando con la participación activa de la gente, sin que ella sea sustituida por falsos redentores.
Debemos reflexionar colectivamente sobre el significado del cambio que debemos impulsar entre todos, ejercer el modo democrático de gobernar supone participación, verdad de lo que gradualmente se puede ir cambiando y lo que ese cambio demanda de cada uno y de la colectividad.
La democracia pasa por entender el camino del cambio, siempre incompleto e imperfecto pero claro en su horizonte, que es el de sacar adelante a las familias más sacrificadas por el modelo de vida, de economía y por la forma políticamente autoritaria que caracterizó los gobiernos del pasado.
La democracia pues, es relevante, en un proceso de cambio que requiere persistencia en una dirección, en El Salvador, se ha requerido de la voluntad de la gente para dar oportunidad a un nuevo gobierno de signo distinto a los del pasado, los primeros resultados en ese camino se refleja en niñas y niños con oportunidad de educarse, con el impulso a la agricultura, con el acceso a la salud de ese 40% de gente que careció de ella, y con un enfoque que permita evitar que la rentabilidad sacrifique la sostenibilidad de la vida en un territorio y una población vulnerable.
En tiempos pre electorales, cualquier debate sobre las simples formas de democracia, alejada de visión programática, es una simple distracción que debemos identificar para evitar apartarnos de lo sustancial de la democracia, la que da solución a viejos problemas, la que supone compromiso colectivo.
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