El flujo por el corredor migratorio es un “negocio atractivo”, ya no solo para los coyotes y polleros, sino también para el crimen organizado y las bandas del narcotráfico.
Escrito por Roberto Rubio-Fabián.15 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
El fenómeno de la migración de centroamericanos hacia Estados Unidos tiene varias dimensiones. En el plano humano, su recorrido es una verdadera tragedia, una cuesta empedrada de muertes e inimaginables sufrimientos. En la dimensión económica, su impacto es enorme e indiscutible: remesas como energía fundamental para mantener en marcha el motor económico; flujos e intercambios que aseguran buena rentabilidad para importantes sectores de servicios, como el transporte, el turismo y las comunicaciones; contribución a la dinamización del consumo, así como al Impuesto al Valor Agregado (IVA); nicho significativo para exportaciones no tradicionales; un prometedor y potente vivero de inversionistas externos con arraigo nacional, etc.
Sus aristas socioculturales también son significativas: factor importante de movilidad social y cambios notables en nuestro mapa sociológico; colchón de la pobreza y respiradero de conflictos sociales; transformaciones drásticas en el mundo rural, en sus comportamientos y hábitos de consumo (menos campesinos en caballos, sombreros, camisas de manta y caites, y más pobladores rurales con bicicleta, cachuchas, t-shirt y zapatos tenis).
Pero hay otra dimensión, ahora quizá más conocida pero no por ello más estudiada. Se trata del fenómeno del flujo migratorio como componente del negocio de los ilícitos y del crimen organizado.
Los volúmenes de dinero que mueve el flujo migratorio desde Centroamérica hacia Estados Unidos son crecientemente significativos. Tomemos solamente el caso de El Salvador. Según informaciones modestas que diera el ex embajador norteamericano en el país hace algunos años, se estima que podrían salir de El Salvador ilegalmente hacia Estados Unidos un promedio de 500 personas diarias (otras fuentes de organismos internacionales calculaban cerca de 700 personas diarias). El costo promedio que paga un migrante ilegal a la estructura de coyotes y polleros, modestamente hablando, podría andar arriba de los $6,000 (el muro fronterizo y otras medidas de control en Estados Unidos han vuelto más caro el traslado). Por tanto, este “ahorro de pobres” destinado a “inversión de alto riesgo” en esperanza por una vida mejor, estaría como mínimo representando unos $3 millones diarios, es decir unos $1,095,000,000 (casi $1.1 billones); lo que significa aproximadamente un 30% del total de remesas recibidas al año. Si sumamos los migrantes guatemaltecos y hondureños, las cifras posiblemente se triplican.
En fin, el flujo por el corredor migratorio es un “negocio atractivo”, ya no solo para los coyotes y polleros, sino también para el crimen organizado y las bandas del narcotráfico, especialmente de México. Desde hace unos años, y de manera creciente, se han ido instalando en el trayecto del corredor migratorio una poderosa red de bandas criminales que utilizan los migrantes no solo como posibles mulas para transportar droga hacia Estados Unidos, o el rapto de mujeres para la trata de blancas, sino, y sobre todo, para la extorsión.
Tal como lo mostró una investigación del periódico digital El Faro, se viene haciendo más frecuente y mayúsculo el secuestro de migrantes centroamericanos, con objeto de pedir rescate a sus familiares que los esperan en Estados Unidos. Acción que cuenta con la complicidad e información de algunos polleros; quienes a su vez, al tener que compartir parte de sus ganancias con tales bandas, tienden a incrementar el costo del traslado del migrante.
En consecuencia, el fenómeno migratorio ya no solo trata de persecución y captura de migrantes por las autoridades, sino también de captura del fenómeno por parte de las redes del negocio del crimen organizado y el narcotráfico. Los millonarios fondos que representa y/o moviliza el flujo migratorio los atrajo como la miel a las moscas. Sucede así que al lado de las llamadas “estaciones de servicio de apoyo” del migrante que iglesias y unos pocos consulados han instalado en la ruta migratoria, se van instalando también complejas y poderosas “estaciones de servicio del negocio ilícito de la migración”. Como dice el dicho, ahora el migrante resulta tras corneado apaleado. Ojalá que nuestras autoridades pongan atención a esta problemática, y tomen con prontitud las medidas pertinentes para enfrentarla.
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