María A. de López Andreu.13 de Noviembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Pregunté, en mi anterior artículo, si alguien sabía qué se había hecho el Presidente Funes, y las respuestas más frecuentes fueron: unos, que había viajado a Brasil, para pasar allá su cumpleaños, y otros, que le habían visto en un elegante centro comercial en Miami, durante el fin de semana. ¡Ah, las malas lenguas! Y, mientras los salvadoreños capeamos malamente la crisis, el Presidente "bota estrés".
Pero, sea lo que fuera que hizo el Presidente durante su larga desaparición, ahora ha emergido con enormes bríos… para continuar imponiendo impuestos en un momento en el que –como ya se demostró con la famosa reforma fiscal– ese es uno de los elementos que más contribuyen a la falta de crecimiento y creación de nuevos empleos por parte de la empresa privada.
Hay una permanente campaña oficial en contra del empresariado. Eso es peligroso, porque se está creando un ambiente como el que ya vivimos en los años 80. Y la población está siendo indoctrinada para creer que, por decreto y sin ningún esfuerzo de su parte, de pronto obtendrán todo aquello que se les antoja. Son "aves raras" quienes aún piensan que la única manera de progresar, es estudiando con ahínco, trabajando duro e incansablemente y ahorrando para el futuro.
¡Ah, pero diciendo esas verdades, no se ganan votos!
Y para cumplir con el populismo ofrecido, el Presidente sale con la gracia de imponer una declaración patrimonial "que no generará impuestos", pero en seguida especifica que el "gran capital" –identificado por ese medio- deberá pagar uno para afrontar los gastos por seguridad. Y recalca que de ninguna manera él castigará a los salvadoreños más pobres. De nuevo, el engaño. Y bien grande.
Porque, si un altísimo porcentaje de compatriotas está malviviendo dentro del sector informal (muchos, al borde de la delincuencia), es precisamente porque "el gran capital" y la mayoría de empresarios, han visto disminuido, vía gastos en seguridad y nuevos impuestos, su capacidad para crecer y generar más empleo.
Recordemos que, aparte del gasto en salarios, las empresas formales, con responsabilidad social, gastan aproximadamente un 35% o 40% más en prestaciones adicionales y voluntarias: uniformes, capacitaciones, bonificaciones extraordinarias, aguinaldos por encima de lo estipulado por ley, seguros privados, becas, ayuda familiar y un largo etcétera.
Por supuesto, para poder continuar favoreciendo a sus empleados de esa manera, las empresas deben producir más, con eficiencia y eficacia. Pero si el gobierno es quien se lleva esa capacidad, vía más impuestos, las empresas deberán recortar esas prestaciones y, posiblemente, también puestos de trabajo. Habrá más gente en el sector informal y serán menos quienes pagarán impuestos.
El Presidente olvida los millones que la empresa privada debe pagar en concepto de seguridad, porque el gobierno es incapaz de proporcionársela. Si ahora quiere castigar al "gran capital" (¿Cómo se define esa categoría? ¿Serán todos los que, a lo largo de su vida, lograron ahorrar $ 75,000.00?), que lo haga de manera equitativa; es decir, que lo gastado en seguridad privada, en lugar de ser un gasto deducible, se deduzca directamente del impuesto a pagar. Sí, al igual que se deducen las retenciones y el pago a cuenta.
Ojalá que el Presidente, si vuelve a desaparecer misteriosamente, se dedique a pensar cómo reducir los excesivos gastos de su gobierno, ¡no a inventar nuevos impuestos!
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