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2010/11/16

Co Latino-Hoy hace veintiún años: cateo, vigilia e impunidad en la UCA | 15 de Noviembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 Luis Romero Pineda.16 de Noviembre. Tomado de Diario Co Latino.

13 de noviembre de 2010. “Qué yuca, ¿vea?” le preguntaba una amiga a otra mientras caminaban dentro de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). 
No se refería a que sus amigos habían dibujado alfombras con sal de colores durante todo el día, simulando cruces, rostros de jesuitas y palomas de esperanza bajo un sol que nada le importa. Tampoco a los parciales finales que ya dentro de poco acecharán a la población estudiantil. Ya entrada la noche, el ambiente se llenaba con cánticos religiosos con palabras como “imperialismo”, “compañero”, “justicia” y “Cristo”. Pero no percataba eso.
Lo más seguro es que recordaba, a manera de suspiro frustrado, a seis jesuitas que hace veintiún años se paseaban dentro de la misma universidad preguntándose mucho y proponiendo aún más. “Sí”, le respondió su amiga. “Qué yuca”.
13 de Noviembre de 1989, soldados corrían por la universidad buscando algo que no estaban seguros de encontrar. Sus armas y el crujir de las botas sobre el asfalto dejaban una sombra de miedo e incertidumbre por donde pasaban.
Sólo Nacho, Segundo, Juan Ramón, Tío Quin y Amando conservaban la calma e iluminaban sus rostros con serenidad. Ellacu se encontraba en España, pero regresaría esa misma tarde. Todos esperaban que el episodio de la ofensiva, el sufrimiento de la guerra y las injusticias y desigualdades cesaran pronto. La esperanza era lo común en ellos.   
Veintiún años después, un río de farolitos circulaba por las calles de la universidad, dejando una estela de luz de velas y recuerdos que jamás se esfumarán de ahí. Ancianos rostros, como rostros de adultos, jóvenes y niños se iluminaban con la luz de las velas que parecía agonizante porque el fuego, como la vida, no dura mucho. Iluminaban todos los rostros, de todas las edades, de todas las razas.
Lo común eran las lágrimas, los cánticos y la memoria. Alrededor de 10 mil personas llegaban desde la mañana, o desde la tarde o desde hacía un rato a recordar con música, plegarias, indignación y desvelo lo que hace veintiún años sucedió. Comunidades, grupos de scouts, estudiantes y empleados elaboraban alfombras. Personas que venían desde lejos jugaban fútbol, gritaban “favol” y cometían faltas.

Excursiones visitaban el museo de los mártires, el jardín de rosas (que antes era sólo un pedazo de un jardín más grande) y los cuartos de los jesuitas que ya no están. Todo por, como lo llama hoy el presidente de ese entonces, una “estupidez” de hace veintiún años.
En el presente, Ricardo Ribera, filósofo de la UCA, recuerda a Ignacio Ellacuría por ideas como la necesidad de “humanizar al Hombre”, por frases como “mayorías populares” o “no hace falta tener mucho para ser mucho”, así como “no puede separarse de Dios la Historia”. El 13 de noviembre de 1989, la derecha señalaba a Ellacuría como “el agente que dirige toda la estrategia marxista leninista en Centroamérica”, además de “dirigir un centro logístico de subversión comunista” y ser un “agente de la conspiración marxista al servicio del Kremlin”, como lo documentó Marta Doggett en su investigación: Una Muerte Anunciada. 
De ahí que el Coronel René Emilio Ponce haya ordenado un cateo a las instalaciones de la UCA, porque, según el Informe de la Comisión de la Verdad, “se le había informado que más de 200 guerrilleros se encontraban al interior de la universidad”. Era parte de la respuesta del Estado Mayor Conjunto a las acciones de la ex guerrilla del FMLN en el marco de la mayor ofensiva armada en el sector urbano llevada a cabo durante toda la Guerra Civil.
El cateo se llevó a cabo donde, 21 años después, una multitudinaria procesión que cargaba palmas de colores- adornadas con los rostros de Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró Amando López, Joaquín López, Juan Ramón Moreno y dos de sus colaboradoras, Elba y Celina Ramos- se dirigía a una misa precedida por una veintena de sacerdotes.
Uno de los sacerdotes fue José María Tojeira, a quien, durante la  homilía, se le llenaron los ojos de indignación, como si existieran mares de sentimientos, al decir que “necesitamos avanzar con rapidez a un modelo de convivencia con calidad y dignidad” y denunciar el consumismo y el amor a lo material que perdura en nuestros días. Exigió justicia, además. Como lo hicieron miles más.  
De Irlanda a Morazán, y luego a la Vigilia en conmemoración al XXI aniversario de los mártires de la UCA, llegó Ronan Sharpley. Atento a la homilía, con los brazos cruzados permanecía parado, como con los brazos cruzados se han quedado las autoridades por tantos años. “No se ha hecho nada. Es importante recordar a los mártires así como conocer la verdad de su muerte”, se lamentaba el irlandés, cuya altura sobresalía entre toda la feligresía que escuchaba la homilía. En Irlanda, hace mucho tiempo, las autoridades mataban curas por mantenerse fiel a la Iglesia. Luego, los convertían en santos.
Cien soldados no querían hacerlos santos, pero sí querían revisar los domicilios de los curas durante el ’89. Lo hicieron. Revisaron la UCA en busca de armas, guerrilleros, propaganda, pancartas, rastros. Arriba, abajo, allá y acá. Y no hallaron nada. Le informaron a los superiores, pues ellos decidirían qué hacer.
Esto lo recuerda Lucía Hernández, de 60 años. “Yo conocí a los padres jesuitas y me enseñaron mucho”, manifiesta. Sentada en el suelo polvoso, junto a platos de tamales y vasos de café, sollozaba Lucía este pasado sábado durante la vigilia. En Aguilares, donde vivió durante la década de los 80’s los religiosos llegaron a misionar y, aunque nunca platicó directamente con ellos, le “ayudaron a descubrir la fe y la Palabra de Dios”.
Junto a ella y sus humildes mantos, varios allegados escuchaban la música de protesta y miraban los videos en alusión a los mártires, proyectados en las pantallas gigantes de la universidad. Niños correteaban, bebés dormían, jóvenes cantaban y alzaban banderas y los más viejos recordaban con dolor. 
Pasadas las seis de la tarde del 13 de noviembre de 1989, el padre Ignacio Ellacuría llegó  al aeropuerto de Comalapa y, en camino a la capital, se le notaba “tenso y callado. Apenas y hablaba”. Luego, le informaron del cateo que los militares habían realizado en las instalaciones de la universidad, en donde no habían hallado ni guerrilleros, ni armas, ni nada. Sólo una universidad y varios curas en medio de la guerra. En España, Ellacuría había dicho al periódico catalán Avui “no tengo miedo. […] ¡Sería tan irracional que me matasen! No he hecho nada malo”. Lo que sí había hecho era pedir cambios estructurales en el país y había llamado al ejército y a la guerrilla a buscar una salida negociada al conflicto.
Dos días después,  en la tarde del 15 de Noviembre, “La Tandona” ya no hallaba qué hacer con la guerra. El Cnel. René Ponce, el Gral. Juan Bustillo, el Cnel. Juan Zepeda, el Cnel. Inocente Montano y el Cnel. Francisco Helena darían la orden a una unidad del batallón Atlacatl de “dar muerte al sacerdote Ignacio Ellacuría sin dejar testigos” con la supuesta venia del ex presidente Alfredo Cristiani, Comandante General de la Fuerza Armada, según publicó el periódico español El Mundo Hoy, dos días después de la vigilia, este crimen- o “estupidez” -sigue impune. 
Qué yuca, ¿vea? Tal vez eso recordaban las amigas durante la vigilia.

Hoy hace veintiún años: cateo, vigilia e impunidad en la UCA | 15 de Noviembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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