Ramón D. Rivas.20 de Noviembre. Tomado de Diario Co Latino.
El Museo Universitario de Antropología de la UTEC recién ha inaugurado la muestra de pintura del maestro Armando Solís. En esa ocasión he hablado largamente con el maestro y comparto con los lectores la visión y la misión de este connotado maestro del arte salvadoreño.
Y es que estamos ante un maestro del arte, con una trayectoria consumada ya que no solo domina el oficio de los colores sino también la escultura, el grabado y ha escrito importantes biografías de connotados artistas salvadoreños, entre ellos: José Mejía Vides, Valentín Estrada, Camilo Minero, el escultor español Benjamín Saúl y otros. Es polifacético, versátil y ameno en la conversación. Dos son los facetas en la vida del maestro Armando Solís, que han marcado su propia trayectoria artística.
El maestro mismo dice que la primera fue el expresionismo social que él mismo lo considero una etapa fuerte en su vida y que estuvo plegado de mucho dolor y de muchos problemas emocionales. El maestro mismo lo manifiesta cuando se refiere a esos primeros años de su vida:
“Yo no podía compartir ese dolor con nadie, era un tiempo de dolor, de muchos problemas, era como un autorretrato. Al verme atrapado en ese laberinto que duró cerca de 25 años”. Y el maestro recuerda y afirma: “Y es que en esa etapa de mi vida hubo dos aspectos: en primer lugar, las raíces de donde yo provenía, que eran raíces muy pobres, —vivía en un mesón en San Salvador, —frente a la iglesia El Calvario—. Esa etapa de pobreza se me pegó bastante y hasta cierto punto era una especie de circulo del que era casi hasta imposible salir. Y es que, a pasar del ambiente en donde vivía, en mi persona había una especie de valorización de la inteligencia. En la escuela a mi nunca me iba mal. Era algo así como que si yo tenía cinco años, pero en mi actuar parecía alguien de diez años. Pero hay un momento que la vida me da ciertos estímulos y es precisamente cuando yo tenía 17 años, que me propuse tener mi propia empresa y lo logré: Yo era retratista, ganaba mucho dinero, tenía mis propios empleados.
Esa empresa me dio un momento para vivir un poco tranquilo, me da espacio, concretizo mi vida, mi espiritualidad; pero me vi en la encrucijada de que mi padre era bautista y mi madre era católica pero practicaba a la vez el espiritismo. Mi madre era un médium y eso se refleja en mi en esos primeros 25 años. Esa fue mi primera faceta en los primeros años de mi vida, faceta que duró unos 25 años. La segunda faceta, es la que yo denomino, neoimpresionismo. Sucede algo muy importante en mi vida que me trasforma de una vez por todas.
En ese primer momento de esa faceta, participo en una exposición —en 1987— de escultura en la que vendí toda la obra. Y con todo ese dinero que gané me fui para Europa y ahí me conseguí una amante venezolana y con ella disfrute todo el tiempo que estuve en ese continente que sería, en total, mes y medio. Era una mujer preciosa. Estando en Francia, se inauguró en el museo D’Orsay una formidable exposición que la disfruté dos veces y me sirvió de inspiración para seguir proyectando mi creatividad.
Estando en Venecia, con ella, mi amante venezolana, mi amiga, en ese momento mi todo, era una mujer preciosa, y teniendo ella en sus manos una botella de vino, un ramo de rosas y ella misma de modelo, me dijo: ¿Por qué no me pintas, esto es un cuadro impresionista? En ese preciso momento se me abrió completamente un portón que transformó toda mi vida… Yo siempre he sido lo que soy y por eso pienso hoy que el artista no es propiedad de nadie, ni tiene propiedad de nada.
En esta segunda parte, mi pintura se va a caracterizar por una obra llena de vida, de color, impresionista, colores pasteles; es otro mundo y quizá se vuelve a la situación aquella que a uno la misma vida le da, eso que se llama dualidad. Y es que, ahora reflexiono y digo: así como la vida me dio duro en el primer periodo, en medio de aquella miseria y desolación, desconsuelo, sufrimiento y que se yo qué más… me fue bien en el segundo. Soy consciente que todo este proceso me ha ayudado a madurar. Ese proceso de convivir, observar y crear me ha ayudado a ver la vida y mi arte de otra manera, a ver la vida diferente.
Y es que hoy, ya mi ser y crear es más participativo; ya hay una interacción entre el observador y el pintor”. La obra del Maestro Armando Solís es recurrente y él mismo lo corrobora cuando afirma: “Si, en mi obra hay un tema recurrente y es precisamente la pintura femenina. Mi pintura actualmente es un himno a la mujer y simboliza algo, evoco mucho a la mujer pero no a la mujer por ser mujer. Yo evoco, yo simbolizo la eternidad de la mujer. Es que hay algo religioso en la mujer y en mi obra y no solo en eso de involucrar la técnica, la filosofía y el arte. Hay más… Al plasmar a la mujer en mi obra hay mucho de lo religioso que, sin lugar a duda, viene desde mi primera etapa, de mi hogar, de mis convivencia, del respeto y admiración que tengo por los demás y que también es un sentimiento, una actitud que se aprende.
Esos primeros años de mi vida, a pesar de ser tan difíciles, han determinado lo que ahora soy como artista y como humano”. La posición del maestro, como artista, ante la actual sociedad salvadoreña es clara y se refiere así: “La familia, los amigos, las personas, la sociedad son los que me han dado la pasión que tengo. Son ellos los que me califican como un artista que tiene mucha institucionalidad, pues así como me considero como un buen escultor, pintor y escritor considero también que con mi hacer contribuyo en la cultura de este país. Prueba de ello es la pinacoteca que se ha conformado con mi obra en la Universidad de El Salvador y el Museo de Arte Visual de la Universidad Don Bosco. Precisamente en eso en donde yo manifiesto mi inquietud de ayudar a la sociedad y en espacial a los artistas que van surgiendo; cada uno a su manera, con su hacer contribuyen en el desarrollo cultural del país”.
Y el maestro observa el desarrollo del actual panorama artístico salvadoreño de la manera siguiente: “Con la experiencia que he tenido en estos largos años de mi vida, no me sorprende de lo que esta pasando en el arte, ya que el arte es el reflejo de una sociedad, de una historia. Ahora que hablo con usted, me hace recordar la Segunda Guerra Mundial en Europa, el cómo se destruyó todo y a pesar de ello, nace en ese continente destruido por la guerra el arte contemporáneo. Y, si redimensionamos, hay una gran cultura entre el arte clásico y el contemporáneo y ambos van de la mano. El arte actual es la expresión del mundo individualizado pero, a la vez globalizado y es arte.
Y es que la tendencia moderna en el arte, que en la actualidad se desarrolla en la forma de instalaciones, arte popular, arte efímero, arte corporal, etc., es el desarrollo particular que ha tenido la humanidad a través de los últimos cincuenta años y como artista y estudioso del arte le doy mi crédito en el sentido de que también todo lo que esta pasando es arte”. Y el maestro define el objetivo de su pintura así: “Desde el principio, crear en la forma de trasformar los colores y otras expresiones del arte ha sido mi objetivo, siempre he sentido esa necesidad en mi.
Ahora ya estoy saboreando el fin y digo fin pues la vida, a mi edad, a cualquier momento puede dar sorpresas, ha sido el poder manifestarme como un gran artista salvadoreño, ese ha sido mi objetivo, pues a ello le he apuntado toda mi vida manifestándolo en todas las áreas posibles del arte”. En fin, el maestro Armando Solís es de los que no solo alimentan el alma con la obra que se observa, sino también con la palabra dicha y la palabra escrita. En hora buena el Museo Universitario de Antropología de la UTEC se hora, una vez más en mostrar parte de la obra de este gran hombre pero también gran artista y humanista.
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