Escrito por Alfredo Espino Arrieta.01 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.
Parece obvio que nadie se vuelve mejor persona tan solo con saber leer. Entiendo, por ejemplo, que cuando el nazismo llegó al poder en Alemania, esta nación era la más ilustrada de Europa. Indudablemente, el Führer sabía leer (al menos sus propios discursos). Y seguramente también Pol Pot, el Mariscal Gilles de Rais, Jack el destripador (casi todos los asesinos en serie saben leer) y Al Capone. Hasta Pablo Escobar Gaviria sabía leer.
Dicho lo anterior, diré que puede ser muy bueno saber leer. Sé que la lectura nos marca hasta tal punto, que de no haber leído ciertos libros creo que yo no sería el mismo –para bien o para mal: sería otro con la misma cara. Los niños saben que los libros cuentan con vida propia. Recuerdo aquellos de los que mi padre sacaba cuentos precisamente –olvidar esas historias equivaldría a olvidarme de mí mismo.
Siendo los dones de la lectura muy diversos –despertar la imaginación, divertirnos, instruirnos, entre otros– quiero insistir en el enorme poder que tiene de llevarnos a ser nosotros mismos. Hay lecturas que constituyen verdaderos encuentros y, a partir de ahí, nos demos cuenta de ello o no, nuestra vida toma otro camino. El destino nos toca en el hombro de múltiples maneras, y una lectura puede ser equivalente a un manzanazo en la cabeza, o a caer fulminados en el camino de Damasco. Es conocida la anécdota de García Márquez, quien tras leer “La Metamorfosis” de Kafka tuvo toda una revelación que cambió su vida para siempre. Y otra manera más de entender el encuentro: fenómeno misterioso y feliz, en el que algo en estado completamente nebuloso en nuestro interior, cobra forma y consciencia, adquiere nombre –por obra y arte de unas cuantas palabras.
La lectura vital no es solo cosa para escritores, aunque desafortunadamente es más rara cada vez. Se piensa, de manera bastante aberrante, que basta con consumir extractos, píldoras informativas y noticias. Pero esta lectura es mucho más que información: es una conformación del alma. Más aprendemos, como dice Sábato, sobre la naturaleza humana, leyendo a un Dostoievski que leyendo un tratado de psicología. La forma es inseparable del contenido. Una adaptación al cine, por ejemplo, de “La insoportable levedad del ser” de Kundera nunca podrá sustituir la lectura de la novela, por excelente y autónoma que pueda ser dicha adaptación. (Hay que saber entender aquello de que una imagen vale más que mil palabras.)
Se suele pensar que los libros son aburridos y que la lectura es tediosa. Error. Si los niños leen con agrado es porque sencillamente es divertido y apasionante. En los libros hay vida, leer también es vivir, y es tan enriquecedor como una buena comida, como dar un paseo o jugar un partido de lo que quiera. No es necesario ser ratón de biblioteca o animal literario para gozar de la lectura, cerrarnos a esta experiencia es cerrarnos a algo que ignoramos por completo, y de lo que jamás tendremos la menor idea, de no hacerlo. Y si es aconsejable ser selectivo, es igualmente aconsejable no ser lector de un solo libro.
Usted se pierde de la aventura, siempre a mano. El encuentro nos aguarda a la vuelta de la esquina –de la página. Y así como hay libros aún no escritos ni soñados que caerán en nuestras manos, está toda la infinidad de aquellos que saturan librerías, bibliotecas, tradiciones. Y siempre es muy posible que se trate de un pasaje aún oculto, entre las páginas abiertas de este libro –tan leído y subrayado por mí mismo– y en el que aún no he reparado.
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