Lo que hay que asegurar de la manera más firme y comprometida es la estabilidad básica de nuestro sistema de partidos, clave del esquema normalizador de contrapesos, que es esencial para la democracia e implica responsabilidad de todos.
Escrito por Editorial. 16 de Diciembre.Tomado de La Prensa Grafica.
Las situaciones actuales de los dos partidos políticos más fuertes del país, el FMLN y ARENA, que abanderan respectivamente y de manera más emblemática a la izquierda y a la derecha, son sin duda diferentes en cuanto a condición interna. El FMLN, que logró alzarse con la victoria en las presidenciales de este año y que a la vez alcanzó la representación legislativa mayor, parece estar bastante tranquilo a la expectativa del futuro, aunque sus relaciones reales con el Gobierno sean aún un proceso por definir. En cuanto a ARENA, sus progresivas convulsiones posteriores a la derrota electoral van poniéndole en el camino crecientes interrogantes sobre su suerte futura.
Pero más allá de la tranquilidad de unos y del trastorno de los otros, los partidos políticos se hallan en una coyuntura que les exige cada vez con más apremio ponerse de veras y sin alternativas en la ruta de los tiempos. En el caso del FMLN, el desafío es básicamente ideológico; en el caso de ARENA, el desafío es fundamentalmente estructural. Y, en ambos casos, lo que las circunstancias demandan como imperativo ya inaplazable es el surgimiento de energías auténticamente nuevas, con liderazgos jóvenes. Y aquí usamos el término en la forma en que lo definió aquel gran pensador argentino que fue José Ingenieros: “Jóvenes son los que no tienen complicidad con el pasado”. Ambos partidos, cada quien a su manera y con sus propios avatares y retorcijones, vienen siendo presas de las complicidades con el pasado.
El sistema político nacional, para cuya salud se requieren partidos fuertes, frescos y creativos, está hoy a la expectativa de esas renovaciones que no son de forma sino de fondo.
Modernizarse es vital
Nada en la vida se mantiene inmóvil, ni siquiera los principios más venerables y necesarios. Todo se tiene que ir adaptando a la dinámica de los hechos; y al no hacerlo, lo esencial entra en peligro y lo circunstancial se vuelve ingobernable. En el caso del FMLN, ya no puede seguir manejando ambigüedades, que mantienen imágenes y nostalgias, pero que no dicen nada claro y sustancial sobre el presente y el futuro. Dicho partido, que es una fuerza muy importante en el país, se caracteriza a sí mismo como “revolucionario, democrático y socialista”. Definirse así es legítimo en la democracia, siempre que se sepa qué significa en la realidad. La simple retórica sirve para los eslóganes, pero casi siempre estorba para la vida.
En cuanto a ARENA, se está tomando el “purgante de caballo” cuando ya el empacho que venía acumulando por tanto tiempo se le volvió infección. Eso indica que no había mecanismos internos capaces de anticipar y prevenir males y mucho menos de tratarlos terapéuticamente. Ahora vendrá de seguro un ejercicio que podría llegar a ser muy traumático, según cómo se maneje, para el bloque de derecha: la reconstrucción de ARENA y el intento anunciado de formar otros partidos. Esto se verá en los meses que vienen.
En todo caso, lo que hay que asegurar de la manera más firme y comprometida es la estabilidad básica de nuestro sistema de partidos, clave del esquema normalizador de contrapesos, que es esencial para la democracia e implica responsabilidad de todos.
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