Escrito por Carlos G. Romero. Viernes 04 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.
La naturaleza, en su infinita sabiduría, de conceptos y maneras tan sencillas, que emanan del Creador, sin la contaminación del pensamiento humano, de la intelectualidad, de la arrogancia de lo aprendido, nos enseña que el contacto personal entre la previa y la siguiente generación es primordial para una buena educación, para la eficiente transferencia de principios, valores y conocimientos de la una a la otra.
Un proyecto recreativo muy ambicioso en Suráfrica, una reserva animal artificial de inmensas proporciones, se llevó a cabo hace unos años; se trasladaron animales de todo el continente hacia la reserva animal. Concluido el proyecto, se abrieron las puertas con bombo y platillo, todo muy bien, muy concurrido, un éxito. Pasadas unas semanas se comenzaron a dar situaciones de vandalismo por parte de los elefantes, llegaban a las aldeas y destruían todo a su paso sin razón alguna. Llamaron veterinarios para examinar a los elefantes delincuentes, se sospechaba de rabia o de algún virus que los enloquecía; sin embargo, los resultados no mostraron ninguna justificación biológica para aquel fenómeno de violencia. Los paquidermos estaban muy saludables, bien comidos, bien atendidos; sin embargo, el vandalismo de los elefantes continuaba.
Un sociólogo se interesó en el caso y decidió observar una manada de elefantes en su estado natural, después de cierto tiempo de observación se percató de la estrecha relación que existía entre los elefantes jóvenes y los elefantes mayores, principalmente con los machos mayores, estos enseñaban y exigían adherencia a lo enseñado. Al regresar a la reserva artificial en el caso y después de muchas observaciones se percató de que a este se habían llevado solo elefantes jóvenes. La razón: los elefantes jóvenes pesan menos que los viejos y así se ahorraron sumas considerables en costos de transportación. El sociólogo observó una manada en su estado salvaje y en su hábitat. Sugirió que se llevaran al parque elefantes viejos. De inmediato el problema de los elefantes jóvenes y vándalos cesó a medida que se introdujeron los elefantes mayores.
Las nuevas generaciones asimilan y aprenden las normas de conducta de generaciones anteriores. Las leyes de la naturaleza exigen, como principio básico, que el núcleo familiar esté intacto para que la manada (la familia) pueda crecer y prosperar adecuadamente.
No es nada difícil formar una comparación empírica entre la anécdota de los paquidermos y el estado de ciertos segmentos de nuestra juventud.
El común denominador en la mayoría de los casos de delincuencia juvenil reincidente es la familia disfuncional: la ausencia del padre, de la madre o de ambos. Las nuevas generaciones no están aprendiendo adecuadamente de las previas... las previas están quebrantadas... el proceso de transferencia se ha interrumpido.
La educación de las nuevas generaciones es la responsabilidad de padres, abuelos y tíos; de clérigos y pastores; de todos nosotros que con nuestro comportamiento diario se enseñe a jóvenes y niños las civiles normas de nuestra sociedad. Es aquí donde el Estado, en la coyuntura actual de familias disfuncionales, debe de actuar de manera decisiva, como el director de una sinfónica, y ayudar a restablecer el proceso interrumpido, dirigir a todas las fuerzas vivas, con convicción y propósito, sin escuchar tonadillas obsoletas de neoliberal, de comunismo, o cualquiera de esos obsoletos motes, la educación de nuestros hijos es importante para politiquerías baratas.
La cartera de Educación debe de luchar por obtener todos los recursos posibles, y los imposibles, demandar el servicio social, demandar impuestos específicos para educación, algo así como el FOVIAL; piense, estimado lector: “O pagamos hoy en educación o pagamos mañana en agentes de seguridad”.
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