Escrito por Carlos Ponce. 16 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.
La disolución de los antiguos cuerpos de seguridad, adscritos al Ministerio de Defensa, y la creación de la Policía Nacional Civil (PNC), subordinada a autoridades civiles, constituye uno de los cambios más radicales resultantes de los Acuerdos de Paz firmados en 1992.
Sabiamente los actores políticos de esa época lograron negociar que 20% de los integrantes iniciales de dicha institución fueran miembros de las extintas fuerzas policiales, incorporando así personal con experiencia en trabajo policíaco, con conocimientos prácticos que ningún adiestramiento puede inculcar. Sin embargo, los representantes de la insurgencia también lograron pactar que otro 20% de la plantilla fuera reservada para combatientes de sus filas, quedando disponible el 60% para personas, en teoría, sin ninguna afiliación a la Fuerza Armada o a la guerrilla.
Lógica e indiscutiblemente, los efectivos procedentes de las antiguas corporaciones policiales despuntaron desde el principio, ya que su anterior posición y consecuente experiencia les proporcionaron una inmensa e intangible ventaja sobre sus compañeros, ganándose por su superior desempeño las jefaturas de las unidades más complicadas y la cercanía a las máximas autoridades.
Algunos de los policías extraídos de las organizaciones insurgentes, los más disciplinados, menos radicales y con mayor espíritu de servicio, lograron adaptarse a su nuevo rol y asimilaron las responsabilidades y deberes que implica ser profesionales de seguridad pública, destacándose por ende en sus labores y, por lo tanto, ganándose importantes puestos de mando y la confianza de sus superiores.
El trabajo policial es multidimensional, complejo y delicado, requiere de una gran entrega y sacrificio personal. Dirigir exitosamente una Policía, por lo tanto, demanda priorizar los criterios técnicos sobre todos los demás, incluyendo los dictados por principios ideológicos. Seguir esta premisa inadvertidamente establece un saludable balance político dentro de la institución y, al mismo tiempo, ubica a las personas indicadas en las posiciones correspondientes dentro de la estructura de mando, asegurando así el mejor desempeño institucional posible.
Los directores generales desde 2006 hasta que tomó posesión el actual gobierno, emplearon este enfoque y les funcionó. Durante sus gestiones se registraron históricas disminuciones en la incidencia de homicidios, ilícito que la literatura criminológica contemporánea califica como el indicador más fiel de criminalidad violenta en jurisdicciones específicas, ya que es un delito grave y sumamente visible, por lo que su ocurrencia es escrutada por diferentes sectores, desde el político y el mediático hasta por la población común.
Dichas administraciones policiales lograron reducir el incremento de homicidios del 36% con que finalizó 2005, a únicamente el 4% al final del 2006, y posteriormente alcanzaron reducciones sin precedentes del -11% y -9%, durante el 2007 y 2008, respectivamente. Los máximos jefes policiales del período en mención fueron incluyentes en los procesos de diseño, planificación, ejecución y evaluación de los diferentes planes y órdenes de operaciones que se implementaron durante sus gestiones. Esto significa que oficiales de diferentes procedencias e ideologías participaron de forma directa en las diferentes fases antes detalladas. La creatividad y diversidad de puntos de vista permitieron concebir y ejecutar exitosas iniciativas.
Las actuales autoridades de la PNC, por el contrario, han dejado que sus preferencias ideológicas y políticas predominen sobre los criterios técnicos, nombrando en puestos complicados y de gran responsabilidad a personas que no cuentan con las competencias profesionales o la experiencia práctica necesaria para desempeñarse exitosamente, y han relegado a aquellos que poseen estas cualidades, pero que no están políticamente alineados. Han llegado al extremo, según han manifestado algunos oficiales públicamente, de emprender una persecución política dentro de la institución, iniciando procesos disciplinarios en contra de personal que no comparte su ideología.
El resultado del predominio de lo ideológico sobre lo técnico se refleja en el acentuado incremento de la incidencia de homicidios, la cual se proyecta finalizará el presente año con un incremento mayor al 30%, alcanzando una cifra superior a los 4,000 (algo sin precedentes en nuestro país).
Es necesario restablecer el balance ideológico dentro de la PNC, para asegurar su eficiencia y efectividad. El primer paso es nombrar a un nuevo director general que no tenga vínculos ideológicos ni políticos, que sea ajeno a la institución y que posea las capacidades administrativas y técnicas, necesarias para desarrollar el trabajo que le corresponde: "combatir la delincuencia en todas sus manifestaciones".
elsalvador.com :.: La excluyente cúpula policial y el alza de la criminalidad
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