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2009/12/14

Contra Punto-Democracia Revolucionaria: Inclusión y participación

 Escrito por Oscar A. Fernández O.14 de Diciembre. Tomado de Contra Punto.

La democracia revolucionaria será el inicio de la ruptura radical con el Estado actual y el orden establecido, y el punto de partida para que el pueblo construya conscientemente, una nueva realidad de derecho, justicia y desarrollo equitativo.

SAN SALVADOR-Tratar de definir democracia revolucionaria, es reflexionar acerca de las bases para la construcción del modelo político de una sociedad distinta, una sociedad de cambios profundos, dónde en principio el poder omnímodo del capital sea supeditado y el pueblo participe efectivamente, en las grandes decisiones de su Estado.

Este modelo en ciernes establece la diferencia tajante con la democracia burguesa, que es el modelo con el cual el gran capital y el imperialismo han uniformando por mucho tiempo América Latina y el mundo. De aquí, es que una estrategia de lucha continua y resistencia a la conspiración de las derechas y la alternatividad a la homologación política, se impone radicalmente, pues sin duda, otra realidad mejor es posible para El Salvador. 

Ésta es una tendencia que nace de las mismas luchas populares contra el capitalismo, la organización de las comunidades para dar solución a sus problemas, nada espontánea como predican algunos debido a que su lógica parte de las necesidades, de las realidades objetivas.

Entiendo que la democracia revolucionaria es el modo de ejercer los derechos ciudadanos, consagrados por la revolución francesa y en las Constituciones de muchas naciones avanzadas en su civilización, para dirigir la sociedad con base en los postulados de un Estado social, del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. La democracia revolucionaria es diametralmente opuesta a la democracia representativa, pero es sinónimo de democracia directa. 

La aparente compatibilidad entre democracia y capitalismo siempre dependió de la capacidad con que la democracia burguesa consiguió a través de conflictos controlados y de consensos manipulados, promover un mejoramiento poco significativo de la redistribución de la riqueza y la estabilización de los trabajadores y las clases medias, y hacer de tal promoción una palanca para el desarrollo del propio capitalismo. El Estado capitalista es una respuesta a la necesidad de mediar en el conflicto de clases y de mantener un “orden” que reproduce el dominio económico del gran capital (Daniel Reis: El Manifiesto comunista 150 años después)

En la democracia burguesa lo representativo se traduce en clientelismo, pragmatismo y consumismo atado al ejercicio del poder de las cúpulas.
Es por lo tanto exclusión, sectarismo y pragmatismo corruptor. Por ser usufructuaria, la representación niega la participación de la gran mayoría, generando su alienación, lo que se traduce en la pérdida de la consciencia crítica y contralora del poder.

Es, en última instancia, la contrarrevolución, ya que no busca el cambio de estructura de la sociedad, sino por el contrario sostener las viejas estructuras que sostienen a los poderes fácticos.

Ahora bien, la inquietud principal sobre la viabilidad en el tiempo o efectividad de las organizaciones populares para la transformación social, es la interrogante a la que debemos buscar respuestas. Una de ellas nos remite al Estado existente. La Democracia Revolucionaria no podrá sobrevivir de mantenerse y fortalecerse el viejo Estado burgués, ella representa su antagonismo, por lo tanto ese viejo Estado luchara por destruirla, resultando vital para la revolución transformar al viejo Estado burgués. En la participación activa y contralora de estas organizaciones en la cuestiones de Estado está la clave. 

Un nuevo modo de vida conscientemente orientado y construido podría ser la idea de una democracia revolucionaria, dónde el pueblo decida y establezca  la institucionalidad sobre el derecho de recibir los beneficios sociales edificados por el esfuerzo conjunto de toda la sociedad, estableciendo lo que básicamente necesiten para reproducir su existencia con dignidad: salarios y pensiones adecuados y provisión de los servicios de seguridad social. 

Esto presupone, en una primera etapa la preeminencia de un Estado social, el sometimiento del poder económico privado y el proceso de creación de otra cultura: la de los nuevos valores de la solidaridad, la justicia y la inclusión de las personas para que decidan los rumbos de su existencia, teniendo en la base a la igualdad social. 

La democracia revolucionaria, posiblemente deberá establecer la limitación entre desigualdad máxima y definir igualdad básica y esto no solo según la capacidad de cada quién como ha sido la tradición, sino también según las opciones de cada individuo por un modo de vida, cuyo objetivo no necesariamente sea idéntico al de los demás, en términos de exigencias materiales. 

Actualmente, tímidos pasos, pero pasos al fin, se dan en esta dirección. Una reforma fiscal que busca la verdadera equidad y la justicia en el reparto de la riqueza. La burguesía y sus títeres de la malograda ARENA, ponen el grito en el cielo porque se ha comenzado a enfrentar al gran capital. Mientras despotrican y conspiran porque no se les quiten sus prebendas, continúan explotando a sus trabajadores sin conmiseración. Es la naturaleza del mercado, argumentan con cinismo.
La democracia revolucionaria será el inicio de la ruptura radical con el Estado actual y el orden establecido, y el punto de partida para que el pueblo construya conscientemente, una nueva realidad de derecho, justicia y desarrollo equitativo.

Democracia Revolucionaria: Inclusión y participación

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