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2009/11/04

Lo vital para el país es hacer las cosas bien

Hay temas, como el de las concesiones, que sería hoy más oportuno que nunca tratar a fondo. El caso del Puerto de La Unión reaparece como el ejemplo de lo que no se debe hacer...

Escrito por Editorial. Miércoles 04 de Noviembre. Tomado de La Prensa grafica.

La discusión generada por la propuesta tributaria del Gobierno puede ser muy reveladora sobre lo que se puede esperar del futuro inmediato, tanto en lo político como en lo económico. El lío actual deriva, según puede verse cada vez con más claridad, de no distinguir con el suficiente tino entre urgencia y oportunidad. Al Gobierno le urgen los fondos, sobre todo para impulsar sus políticas ofrecidas; para ello, la vía de la tributación inmediata resulta la más fácil. Pero esto choca, por más argumentos que se le busquen a la cosa, contra una realidad complicada al máximo por la crisis y por la recesión. En otras palabras, la ansiedad política se quiere imponer a las verdades prácticas del desempeño económico.

Lo realista sería ajustarse para 2010 y emprender de inmediato la búsqueda de un entendimiento fiscal amplio, que contenga al menos tres definiciones que deben ser nacionales, no sólo gubernamentales: hacia dónde dirigir el gasto, de dónde obtener los fondos y cómo organizar la gestión financiera. Es decir: priorizar, recaudar y administrar. Lo primero no ha existido, lo segundo ha sido errátil e insuficiente, lo tercero necesita modernización. Ojalá que la apresurada discusión actual no vaya a derivar en un arreglo sospechoso en la Asamblea, con lo cual lo básico quedaría como siempre en nada.

Hay temas, como el de las concesiones, que sería hoy más oportuno que nunca tratar a fondo. El caso del Puerto de La Unión reaparece como ejemplo de lo que no se debe hacer: en tiempo de penuria, todo indicaría que se opta por un funcionamiento mediocre que además es oneroso, cuando una buena concesión puede allegar fondos y hacerse cargo del negocio en la magnitud debida. Es hora de reflexionar en serio prácticamente sobre todo.

LLEGAR AL JUSTO BALANCE

Para los Gobiernos, en todas partes, ceder en sus posiciones originales siempre es un bocado difícil de tragar, porque el poder tiene como característica universal e intemporal creerse el dueño de la realidad. Nunca es así, y la gran mayoría de los errores de conducción que se han visto y se ven en el mundo derivan de esa apreciación estrictamente fantasiosa. El Gobierno actual, hasta la fecha, y contra casi todo pronóstico, al menos contra todo pronóstico de ansiedad electoral, se ha venido comportando con bastante prudencia, y eso debería hacerse valer en cualquier circunstancia, aun en las más apremiantes.

En cuanto al paquete tributario que se halla en cuestión, sin embargo, el Gobierno declara de antemano que no habrá negociación, sólo consulta y diálogo. Esto parece reiterar la tradicional actitud de los Gobiernos anteriores: “dialogar”, pero sin permitir “que me toquen lo que para mí es intocable”. En este caso, lo intocable sería el monto de la recaudación rápida prevista. Pero una cosa es la necesidad imperante y otra muy distinta los medios que se busquen para solventarla. Negociar el balance es lo pertinente. Y no hay que temerle a la palabra negociación, como hacían los Gobiernos anteriores a 1989 y los más recientes.

En realidad, de lo que se trata es de encontrar la forma sensata y sostenible de allegar fondos al erario público, evitando desde luego hacerlo a costa del desempeño de la economía, y más en tiempos tan críticos como éstos, en los que la inversión está tan frenada y las condiciones ciudadanas son tan adversas.    

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