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2010/11/14

LPG-Mujer al timón

 Escrito por Eduardo García. 14 de Noviembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
edunagar@gmail.com

En las últimas décadas varios representantes de la izquierda llegaron al poder en América Latina, sin que a la postre hubieran podido hacer mucho para cambiar la situación de desequilibrio social y de marginación de muchos de sus ciudadanos.

Por eso cuando Lula da Silva llegó al poder en 2003, existían las dudas de si este avezado sindicalista y librador de luchas populares sin título universitario estaría en grado de marcar la diferencia y mejorar las condiciones de vida de los millones de desposeídos de las “favelas” brasileñas, llamadas por sus obispos la “corona de espinas”.

Lula no solo lo hizo, sino que logró un triple milagro: darle continuidad a los mejores programas de su predecesor; implementar su ambicioso proyecto de “hambre cero”, y equilibrar la balanza fiscal del país, generando confianza entre empresarios e inversionistas y poniendo al Brasil en una senda de crecimiento sostenido desde entonces.

Después de dos períodos en el poder, Lula logró extraer a 30 millones de ciudadanos de las garras de la pobreza, ha posicionado al Brasil como la potencia emergente del subcontinente, y se afianzó como la alternativa a la izquierda radical y beligerante representada por Hugo Chávez.

Este enorme prestigio le permitió lanzar a su ministra estrella, la economista Dilma Rousseff, a la candidatura del Partido de los Trabajadores; y respondiendo a su gran popularidad, los votantes la respaldaron masivamente. En enero próximo esta ex guerrillera y superviviente de cáncer linfático se posesionará como la primera mujer al timón del gigante suramericano.

Brasil no solo da una muestra de madurez política, al superar los prejuicios de género que por tantos años han bloqueado el camino hacia la máxima instancia a muchas mujeres de reconocida capacidad, sino que contribuye con un poderoso simbolismo a llevar adelante la fatigosa lucha por la igualdad y la emancipación de la mujer.

Hija de inmigrantes búlgaros y educada en un buen colegio católico, Dilma comprendió pronto que una sociedad con desigualdades tan rampantes no tenía futuro, y cuando en los años setenta el gobierno militar aplastó el fervor revolucionario bajo una brutal represión, la joven idealista no vaciló en unirse al movimiento guerrillero e irse a la clandestinidad. Sería hecha prisionera, encarcelada y salvajemente torturada durante tres años, hasta su liberación en 1972. A partir de entonces se da a conocer como una izquierdista pragmática, que logra combinar la agenda social de la izquierda con la productividad y la eficacia del libre mercado.

Si bien, Rousseff es la sexta presidenta latinoamericana de elección popular, nadie desconoce la profunda opresión económica y cultural que aún sufren millones de mujeres en la región. Las cifras del abuso y del maltrato intrafamiliar son todavía escandalosas. Y aunque una presidenta no puede cambiar una historia de exclusión secular en solo un gobierno, sí puede hacer mucho por cambiar los clichés sociales que aún cierran a muchas mujeres el camino a los puestos de mando y dirigencia.

Máxime cuando su triunfo ha sido jalonado en segunda vuelta por el apoyo de otra brasileña admirable; la ecologista Marina Silva, figura promisoria, que ha cimentado su popularidad sobre su probado compromiso con la ecología. Con Dilma, Brasil también “ahora tiene una madre”. Y podría tener otras en el futuro.

Mujer al timón

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