Un Estado religiosamente neutral o laico, en el que el Estado permanezca "neutral" y admite todas las iglesias sin que haya una sola que ocupe una posición de privilegio, es el estado que nuestra Nación necesita.
Escrito por Carlos Rivas. 04 de Noviembre. Tomado de La Página.
En el presente artículo, el último de la serie, abordamos nuestra propuesta con respecto a la relación Iglesia-Estado que, dado el proceso de democratización que vive nuestro país, consideramos es el adecuado para El Salvador.
A manera de recapitulación
1. El contexto en el cual surge y se concreta la Reforma, e l Renacimiento (siglos XV y XVI) era favorable para que los cambios propugnadas por ella, tuvieran eco propicio en los campos social y político. De gran importancia fue el enfoque sobre la separación de la iglesia y el Estado.
2. El Estado laico no es el único modelo de relación iglesia-estado, Esa relación puede adoptar por lo menos cinco modalidades:
a. "Ateísmo político" o "ateísmo totalitario", en el que el ateísmo es la doctrina oficial del Estado. Trata de erradicar toda simpatía que la gente pueda sentir por las ideas religiosas y, sobre todo, por la idea de la existencia de Dios.
b. Estado religiosamente neutral o laico, en el que el Estado permanece "neutral". Admite todas las religiones, pero ninguna ocupa una posición de privilegio. El Estado no apoya la religión. No hace propaganda a favor de una u otra, ni financia públicamente ninguna Iglesia ni institución religiosa.
c. Estado "multirreligioso" o "multicultural", que trata a todas las religiones por igual porque las ayuda a todas en la misma medida. Si hay subsidios estatales deben serlo para todas las iglesias sin importar su denominación.
d. Estado que tiene una Iglesia oficial. El Estado y la Iglesia combinan en estos casos sus fuerzas, No se suprimen las demás Iglesias, pero no tienen la prioridad que se concede a la oficial.
e. La Teocracia. Opuesto al ateísmo político. En este modelo hay una religión que es favorecida por encima de las demás, las cuales son suprimidas. La teocracia es tan negativa y discriminatoria como el ateísmo político.
3. En El Salvador, los artículos 25 y 26 de la Constitución de la República, pretenden confirmar para el Estado un carácter laico, pero, entre ambos artículos de la Constitución existe una contradicción, pues si el primero "garantiza el libre ejercicio de todas las religiones", el segundo "reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica", mientras que "las demás iglesias podrán obtener, conforme a la ley, el reconocimiento de su personalidad".
4. Existe un alineamiento tácito (y aun explícito), en pro de la iglesia católica, que contradice el laicismo confesado y convierte al Estado, en una institución con una religión oficial (el catolicismo) en detrimento de las otras iglesias, no sólo evangélicas sino de diferentes denominaciones y origen.
5. La Iglesia católica ha sido instrumento para legitimar gobiernos y poderes políticos, sin importar si los mismos son constitucionales o no, ni cómo obtuvieron el poder. El caso de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, solamente constituye un punto de inflexión en aquella relación.
6. El argumento de que el catolicismo constituye una respuesta a los problemas de las sociedades por la capacidad mostrada por ella en lo organizativo y benéfico, obvia toda valoración objetiva de la capacidad y desarrollo mostrado por las iglesias evangélicas en las últimas décadas, y el desarrollo de su proyección social y atención a los problemas del país.
LA RELACIÓN IGLESIA-ESTADO QUE NECESITA NUESTRA NACIÓN
Todos los ciudadanos deberíamos tener un derecho pleno para difundir nuestro pensamiento, sin importar nuestras creencias y fe. Creyentes y no creyentes, católicos romanos, evangélicos, mahometanos, etc., deberíamos también poder participar sin privilegios ni exclusividad en la vida social y política de nuestra nación.
El respaldo moral de la sociedad salvadoreña, transformada por el crecimiento de las iglesias cristianas evangélicas principalmente, no puede estar basado en los criterios exclusivos de una Iglesia. El proceso de democratización iniciado a partir de los Acuerdos de Paz, en la última década del siglo recién pasado, requiere que también en el campo de las creencias se consoliden políticas de inclusión.
Sin embargo, fieles al espíritu y doctrina de la Reforma, no consideramos que la salida a esta situación sea el estado multirreligioso, pues ello no sería una verdadera separación del gobierno y la iglesia, sino una forma velada de "mantener contentas" a todas las iglesias. Cabe decir, sería como multiplicar las meretrices del poder político.
Nuestro país, si quiere encaminarse con paso firme por los senderos de la democracia, debe construir un Estado constitucional verdaderamente laico. No propugnamos, como lo han hecho algunos políticos de derecha, por el reconocimiento constitucional de las iglesias evangélicas en "igualdad" con la católica romana, sino por una verdadera laicidad estatal.
Sólo en una sociedad donde esa doctrina sea aceptada, y lógicamente reflejada en la Constitución de la República, los individuos adscritos a cualquiera de las iglesias existentes podrán ejercer positivamente sus derechos humanos, podrán dar sus aportes a la sociedad en igualdad de condiciones y creará el marco doctrinal a partir del cual las manifestaciones de marginación social e individual en contra de las iglesias no católicas romanas irán desapareciendo, cambiando la mentalidad de los ciudadanos y haciéndolos más tolerantes ante las creencias y la fe de nuestros semejantes.
Un Estado religiosamente neutral o laico, en el que el Estado permanezca "neutral" y admite todas las iglesias sin que haya una sola que ocupe una posición de privilegio, es el estado que nuestra Nación necesita
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