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2010/11/16

El Faro- Hambre en El Salvador - ElFaro.net El Primer Periódico Digital Latinoamericano

 Por Mauricio Silva.16 de Noviembre. Tomado de El Faro.

Que duro debe ser tener hambre, hambre de veras, hambre que obligue a un padre a darle de comer a sus hijos comida que les puede causar daños y hasta la muerte, como sucedió recientemente con el maíz distribuido por el MAG. Hambre que no deje dormir, hambre que obligue a personas honestas a quebrar la ley y cometer delitos. Hambre que rebaje al ser humano. Hambre que causa desnutrición la cual tiene efectos de por vida en las personas. Desnutrición que tiene costos muy altos para el país. Desgraciadamente, según informes de organizaciones internacionales, ello sucede con uno de cada diez niños en el país.

La FAO acaba de publicar el informe sobre la inseguridad alimentaria en el mundo (2010) cuya principal conclusión es que el hambre ha disminuido, pero sigue inaceptablemente alta. El informe señala también que la posibilidad de alcanzar los objetivos mundiales de lucha contra el hambre es muy lejana y que la crisis económica actual ha afectado de manera especial a los hogares pobres, los cuales no tiene  capacidad para recuperarse.

El informe de la CEPAL y del Programa Mundial de Alimentos (PMA) “EL impacto social y económico de la desnutrición infantil/El Salvador” (2007), proporciona datos reveladores sobre nuestro país que, aunque fue publicado hace unos años, sus conclusiones principales siguen teniendo validez. Según ese informe, EL Salvador es uno de los países de alta desnutrición en América Latina y el Caribe, cuyo déficit alcanza 1 de cada 10 niños y niñas y donde el retardo en talla afecta a casi un quinto de esa población. Las altas tasas de desnutrición en El Salvador son históricas y han tenido un descenso sostenido en los últimos cuarenta años, aunque con fuerte desaceleración a partir de 1993, y ahora nuevamente golpeadas por la crisis económica.

La desnutrición afecta la salud, la educación y productividad de toda la población, con un costo económico muy alto para el país, estimado para el 2004, en 1.175 millones de dólares, lo que para aquel entonces representaba el  7.4% del PIB y 1.37 veces el gasto publico social total. Ello significa que el costo de la desnutrición es mucho más alto de lo que nos costaría evitar la misma.

La mayor parte de esos costos por desnutrición se producen por la pérdida de productividad que ella genera por la exposición a la que han estado expuestos durante su infancia quienes hoy forman parte de la población en edad de trabajar. La desnutrición hace que la población en edad escolar alcance 2.2 años menos de escolaridad y hace que unas 300 mil personas no lleguen a la edad productiva.

El sistema nacional de salud debe asumir unos 85 mil casos extra cada año como resultado de los riesgos mayores de contraer enfermedades básicas debido a la desnutrición y para tratar los efectos de la misma. Los mayores fracasos escolares asociados a la desnutrición significaron que unos 4 mil estudiantes repitan grado cada año.

El informe de la FAO señala las soluciones para revertir el hambre, incluyen estas una mayor inversión en la agricultura, la ampliación de las redes de protección social y mejorar las actividades que generan ingresos para los sectores pobres. En países como el nuestro, donde la crisis tiene un efecto mayor y más prolongado, son necesarias medidas de corto y mediano plazo. En el corto plazo hay que ampliar y focalizar la asistencia alimentaria y las redes de protección social y dar atención especial a los grupos más vulnerables. Para focalizar hay que tener en cuenta que las implicaciones de la crisis en la alimentación son diferentes en las áreas rurales que en las urbanas, para los hombres que para las mujeres y para los niños. Existen grupos desprotegidos, como los de la tercera edad y los discapacitados, a los que la pobreza y el hambre los golpea más severamente y a los que hay que dar atención especial en la crisis para evitar esos costos futuros ya señalados. Por último, una buena política fiscal no solo promueve estabilidad y crecimiento, es también una herramienta poderosa para reducir directamente la pobreza, la desigualdad y la desnutrición.  Invertir ahora en evitar el hambre y la desnutrición es más barato que curar sus efectos futuros, es también un paso necesario para empezar a cambiar el rumbo del país y construir un El Salvador diferente.

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