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2009/12/07

LPG-Tiempo de crisis, tiempo de acuerdos

La realidad nacional nunca ha dejado de ser crítica, en uno o en otro sentido, y con intensidad mayor o menor; pero hoy la crisis se nos infiltra desde fuera, directa e indirectamente, y bajo una forma de tsunami que de pronto se exaspera y por ratos parece amansarse como si ya fuera de retirada.

Escrito por David Escobar Galindo.Lunes 07 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.

Bajan las exportaciones, disminuyen las remesas, se complica el crédito, la asistencia disminuye. Y todo eso, unido a las dificultades estructurales y coyunturales que lastran desde adentro nuestra economía, hace que el conjunto sea un mosaico de problemas en agitada interacción. Aunque para muchos pudiera parecer una afirmación fuera de contexto, por las crispaciones ideológicas que siguen pululando en el ambiente, lo cierto es que lo que viene funcionando mejor, pese a todos los pesares, es el proceso político; y prueba de ello es que, desde 1992, cuando pasamos a una posguerra de base negociada, no ha habido ningún quebranto alarmante en la dinámica democratizadora, y, antes bien, acabamos de ver consumada la alternancia en el ejercicio del poder, sin ninguna de las amenazas catastrofistas que se airearon en la campaña electoral.

La realidad política en marcha nació de un acuerdo, y no entre adversarios sino entre “enemigos”. La lógica desencadenadora de esta realidad se plasma, pues, en la receta del arreglo, y logrado entonces en las condiciones más espinosas. De ahí en adelante, por consecuencia natural, todos los alimentos del proceso tendrían que cocinarse conforme a las líneas básicas de aquella receta. Cuando se ha querido obligar al proceso –y esto desde mucho antes del final de la guerra-- a digerir alimentos crudos o sospechosamente precocidos, los resultados de indigestión o de desnutrición no se han hecho esperar. Por eso estamos indigestos de improvisaciones institucionales y desnutridos por falta de equilibrio en la dieta socioeconómica.

Hoy, la crisis es la mejor valedora de la necesidad de entendimientos en todos los niveles de la realidad nacional, no sólo en el ámbito político. Estamos casi por cumplir dos decenios de transición de posguerra, y justamente nos hallamos aún en transición porque los actores y factores interactuantes en el proceso no han sido capaces –en primer lugar, por falta de voluntad modernizadora de sus propias actitudes— de construir una plataforma consensuada de nación. Es como si el país como tal aún no existiera para aquéllos que tienen las principales responsabilidades tanto de su conducción como de su desarrollo: cada quien tiende a aferrarse maniáticamente a su “parte de país”, con argumentos ideológicos rudimentarios, por simples reflejos de las formas de poder del pasado, o, más crudo aún, a la luz de intereses indisimuladamente egoístas.

Pero en estos momentos la lógica básica del proceso tiene un aliado amenazante pero que a la vez puede llegar a ser muy eficaz: la crisis. Si estuviéramos en bonanza, la alternancia política podría ser sin duda mucho más peligrosa, porque la bonanza estimula apetitos perversos. La crisis, por su propia índole constrictora, induce a disciplinas inevitables. Toda crisis, de cualquier tipo que sea, tiende a convertirse en una escuela emergente; y cuando la crisis es como ésta, global y fundamental, ya no se diga.

Los salvadoreños nos fuimos acostumbrando a vivir en estado crítico, y eso nos inyectó una especie de anestesia malsana. La guerra vino a sacudir los cimientos más hondos de nuestra indiferencia histórica. La paz surgió como una muestra viva de que la conciencia nacional funciona, pese a la anestesia. El proceso posterior ha querido, por efectos de la costumbre bien arraigada, “asumir demencia” con el recurso de la improvisación. Pero hoy viene la crisis, y nos toma en el punto de la alternancia, que es obra viva del proceso. Ya no se puede eludir la necesidad de que el país se mire a sí mismo como un todo. Ya no se puede evadir el imperativo de que nos entendamos para tener el instrumento que los tiempos exigen: un proyecto de veras nacional, comprometido con la evolución y con el desarrollo. Esas dos formas de evasión y de elusión deberían ser las primeras en ser erradicadas.

LPG-Tiempo de crisis, tiempo de acuerdos

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