Tal como está planteado el proyecto, la primera parada del tour incluiría una lección in situ de grafito para familiarizar a los turistas en el uso que las pandillas dan para organizarse, intimidar y reclutar.
Escrito por Sergio Muñoz Bata. 10 de Diciembre. Tomado de La Prensa Grafica.
A partir de enero, si un grupo de activistas motivados por la fe religiosa y la convicción de que la delincuencia es una derivación de la pobreza, que a su vez es producto de la injusticia social, se sale con la suya, la ciudad de Los Ángeles podría contar con una nueva e insólita atracción turística.
Quienes viajan al Sur de California buscando algo más que deleitarse con la belleza arquitectónica de Disney Hall o con la serena sobriedad de la nueva Catedral en el centro de la ciudad; quienes siguen sin satisfacer su curiosidad intelectual aún después de recorrer museos como el Getty, LACMA, MOCA, el Norton Simon o el Armand Hammer; y aquellos cuyo voyerismo les exige más que un tour para ver las casas de famosos artistas de Hollywood, vivos como Angelina Jolie, Tom Cruise y Madonna o ya fallecidos como Marilyn Monroe o Frank Sinatra, podrían, a partir de enero, participar en una nueva experiencia turística sin paralelo en el mundo entero inscribiéndose para tomar un tour al corazón mismo de la cultura de las pandillas de Los Ángeles.
La idea, dice Alfred Lomas, un ex miembro de la pandilla Florencia 13, y promotor principal del proyecto turístico, “es empoderar a la comunidad” ofreciendo tours de dos horas de duración a un costo inicial de $65 por adulto visitando los barrios en los que las pandillas de la ciudad trastornan la vida de la ciudadanía con sus balaceras y el tráfico de estupefacientes.
Los turistas ávidos de “humanizar la pobreza”, según reza el lema de la compañía que los promueve, podrían comprar una camiseta con un grafito hecho por un artista local al gusto del cliente. También se ha incluido en la visita un concurso de baile “rapero” en el que los turistas no solo actuarían como jueces sino como patrocinadores del evento con la obligación de compensar económicamente al ganador.
Después de acaloradas discusiones entre los organizadores, la idea de contar con niños del barrio disparando sus pistolas de agua contra los turistas en un simulacro que reflejaría de la manera más auténticamente posible lo que sucede en las calles fue desechada. Y esto a pesar de que una vez terminado el simulacro a los participantes se les habría dado como recuerdo una camiseta con la inscripción: “Me balearon en el ‘Barrio Sur Centro’ de Los Ángeles”.
Tal como está planteado el proyecto, la primera parada del tour incluiría una lección in situ de grafito para familiarizar a los turistas en el uso que las pandillas le dan para organizarse, intimidar y reclutar. Otras paradas incluirían una visita a la cuna de los Panteras Negras, al cuartel original de los “Bloods”, una de las pandillas afroamericanas más brutales, y otra al reducto de la pandilla Florencia 13, que sería su equivalente en la comunidad “latina”.
Para Francisco Ortega, uno de los miembros de la Comisión de Relaciones Humanas de Los Ángeles, la idea es “fascinante aunque controvertida”. Sobre todo “porque esta sería una forma de sensibilizar a la gente conectándola con la realidad, con lo que realmente sucede en la calle”.
Terry Jensen, ministro de una iglesia y millonario hombre de negocios que se ha entusiasmado con el concepto, calcula que el proyecto podría generar hasta un millón de dólares en su primer año. Lo importante, dice Jensen, es que quienes toman el tour eximan de responsabilidad legal a los organizadores firmando un contrato legal con dispensa completamente blindado.
Aún así, Lomas no quiere tomar riesgos innecesarios y por ello ha iniciado conversaciones con Fred “Scorpio” Smith, para tramitar una tregua. “No les pido que dejen de matarse entre ustedes”, le explicó Lomas, “solo les pido que suspendan las balaceras el día que vengan los turistas”. Tan generoso como irresponsable, Scorpio prometió que su pandilla les daría un salvoconducto en su reducto.
Temerosos de quedar mal con quien sea, los políticos del área se han mostrado cautos en sus reacciones. “Todo dependerá de cómo lo hagan”, dijo el concejal del distrito y ex jefe de la policía de la ciudad Bernard Parks, pensando quizá que hay una forma buena y otra mala de hacerlo y demostrando que en un sistema democrático ninguna autoridad puede poner en duda la racionalidad de una acción que todavía no ha sucedido.
Afortunadamente yo no soy político y nada me impide criticar la premisa que sustenta el proyecto. Me parece un insulto intolerable establecer una conexión causal entre la delincuencia y la pobreza, y me repugna la idea de glorificar a las pandillas sobre todo porque me parece una falta de respeto a las familias de las víctimas de su violencia.
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