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2009/12/04

Educar para la ciudadanía y la empleabilidad: ¿cómo?

Escrito por Helga Cuéllar-Marchelli. Viernes 4 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.

En una economía del conocimiento, no basta aumentar la escolaridad, es necesario producir educación de calidad. Esto implica lograr que las personas no sólo gocen de igualdad de oportunidades para entrar y permanecer en la escuela, sino que también desarrollen competencias que les permitan su inserción efectiva en la sociedad y el mundo de trabajo.
En una sociedad democrática, la misión de la educación es favorecer el surgimiento de personas libres, íntegras, con criterio propio y conocedoras de sus derechos y obligaciones como ciudadanos; además, debe promover la libertad, el respeto y la solidaridad, entre otros valores que sustentan el desarrollo humano.

"Me atrevería a decir que usted y yo coincidimos en que se debe educar para la ciudadanía y la empleabilidad", le dije a un padre de familia que encontré en el supermercado, quien está preocupado por la educación que el país debe ofrecer a sus hijos. "Sí", me respondió, "pero a mí me gustaría saber si para lograr este objetivo es necesario cambiar el modelo educativo". Para ayudarle a encontrar una respuesta a su inquietud, traje a cuenta algunas ideas publicadas por el Ministerio de Educación, hace una década, en el documento los Fundamentos Curriculares de la Educación Nacional, los cuales son el corazón del modelo educativo en cuestión.

Comencé señalando que el cu- rrículo nacional actual surgió con la inspiración de contribuir en la construcción de una paz duradera, basada en la democracia. Durante la Década de los Ochenta, El Salvador sufrió un conflicto armado que llegó a su fin con la firma de los Acuerdos de Paz. La trascendencia de este suceso, que puso un sello particular a nuestra identidad salvadoreña, también marcó la orientación de la educación en la posguerra.

La Constitución de la República, las leyes de educación, varios documentos de apoyo y los resultados de un proceso amplio de consulta, sirvieron de insumo para diseñar un currículo centrado en el estudiante, humanista, constructivista y socialmente comprometido. En él se incorporaron contenidos sobre educación ambiental, derechos humanos, valores, población, salud, la igualdad de oportunidades, prevención de riesgos sociales (drogas, sida, etc.) y los derechos del consumidor.

Añadí que más allá de ser un simple programa de estudios, el currículo nacional se concibió como una acción social que requiere la participación efectiva de varios actores: estudiantes, docentes, familias, los organismos administrativos y el personal técnico dedicado a supervisar la gestión escolar. Además, reconoce el papel que desempeñan los medios de comunicación y otras instituciones en la tarea de educar desde afuera de la escuela. "Entonces, esta forma de ver la educación no es nueva", me interrumpió el nuevo amigo con claro asombro y seguidamente concluyó: "quizá las dificultades para cumplir la misión de la educación no están en el modelo ni en los principios que lo sustentan, sino en las fallas asociadas con su implementación".

Esta reflexión me pareció válida y enseguida le contesté que sin lugar a dudas es necesario mejorar la calidad de los maestros, los materiales pedagógicos, las instalaciones educativas y la capacidad de las escuelas para transformar los recursos en aprendizaje de los estudiantes. También hace falta programar actualizaciones periódicas de los programas de estudios y los libros de texto, fortalecer las ciencias, la tecnología, la educación artística y deportiva, establecer un sistema de asesoría y supervisión de escuelas, entre muchas cosas que aún faltan por hacer.

Se despidió y me dijo: "quizá lo que hay que cambiar es la incapacidad de aceptar que las reformas a la educación son provechosas si son continuas, flexibles y respetuosas de lo que se ha hecho bien". Su pensamiento final me dejó sin palabras…

Educar para la ciudadanía y la empleabilidad: ¿cómo?

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