Escrito por Teresa Guevara de López. Domingo 13 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Los salvadoreños tenemos poca memoria y pronto relegamos al olvido y ponemos punto y aparte a sucesos que en su momento fueron serios, trascendentes y preocupantes, pero que al ser sustituidos por otros más relevantes o escandalosos, los cubrimos con el piadoso velo del olvido y aquí no ha pasado nada.
Hace dos meses el país estaba convulsionado ante un hecho insólito: 12 diputados areneros se declararon independientes, luego hicieron desaparecer de un plumazo el protocolo legislativo para poder ocupar posiciones en la directiva de la Asamblea, y hoy se denominan la fracción GANA con colores propios. Y ante los hechos consumados, sin analizar la legalidad de los hechos, la vida sigue igual.
Pero lo ocurrido, además de ser sumamente grave, sienta un precedente nefasto, porque en el futuro cualquier funcionario puede hacer lo que más convenga a él y a sus intereses, aunque para lograrlo pase hasta por encima de la misma Constitución. Suficiente para crear en la ciudadanía un clima de inseguridad y desconfianza en sus dirigentes y en las instituciones, por las que ya no se siente ningún respeto.
Sabemos que de acuerdo a nuestras leyes, para llegar a ser diputado, se debe estar afiliado a un partido político, y que es éste quien elige a los postulados, de manera que el ciudadano al ejercer el derecho del sufragio, marca el nombre del partido, sin identificar caras, profesiones, capacidad, principios morales. Se da un voto de confianza al instituto político.
También sabemos, que para inscribirse como partido político, se debe contar con varios miles de firmas, y llenar los requisitos que para ello exige la Ley Electoral, que deben aprobarse sus estatutos, sus emblemas y colores. Y que la honradez e integridad de los individuos, se mide por la lealtad a la palabra dada y al estricto cumplimiento de sus compromisos.
Y he aquí que en el caso de los diputados, todo lo anterior no sirve de nada. Estos desconocidos, sin partido, ocupan ya posiciones en la Asamblea, han accedido a la mesa directiva, y son considerados como una fracción, con nombre y colores propios. Y para mayor vergüenza, tiran por la borda los principios del partido que les llevó a la Asamblea, y unen sus fuerzas mediante el voto, a los del partido gobernante cuyos postulados son totalmente contrarios a los valores que ellos prometieron defender. Con este comportamiento, ¿quién nos garantiza que el día de mañana, por unos cuantos petrodólares, no sean capaces de vender a la Patria?
Es imperativo, y los salvadoreños tenemos derecho a exigirlo, que la máxima autoridad en la materia, la Corte Suprema de Justicia se pronuncie, dando una interpretación auténtica a las leyes, y exprese su criterio ante este proceder. Explicar por qué ellos han podido actuar al margen de la Constitución y de la Ley Electoral; por qué al dejar estos diputados las curules correspondientes al partido al que pertenecían, estos espacios no fueron llenados por los diputados suplentes.
De no ser así, estamos expuestos a que el día de mañana, individuos inescrupulosos se sirvan de los partidos políticos únicamente como el vehículo necesario para llegar a convertirse en diputados, y una vez en el cargo olvidar los principios que juraron defender, y ofrecerse al mejor postor, como en una feria de compraventa.
Estamos viviendo en una auténtica anarquía, donde los ciudadanos cada vez desconfían más de las autoridades, han perdido el respeto por las instituciones, ya que son las primeras en transgredir las leyes, modificarlas o interpretarlas de acuerdo a su conveniencia. El principio de que quien viola una ley debe tener un castigo debe entrar inmediatamente en vigencia. Y es la Corte Suprema de Justicia que, por su credibilidad, tiene la última palabra.
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