El Estado, el Gobierno y todos los altos representantes y funcionarios están al servicio de la nación, y así deben caracterizarse y actuar. De ahí que la austeridad sea algo natural y no excepcional.
Escrito por Opinión. Martes 11 Agosto. Tomado de La Prensa Grafica.
En tiempos de crisis, como éste que estamos atravesando con tantas dificultades acumuladas y que siguen acumulándose, el imperativo de austeridad se vuelve una norma insoslayable. Y, como es bien sabido por la reiterada práctica de la vida, se pierde mucho en los chorros gruesos, pero no es menos lo que se va perdiendo en los desagües del goteo diario. Es decir, hay que cuidar los gastos grandes y también los gastos pequeños, porque al final la suma es lo más significativo.
Es común que se hable de austeridad, pero a la vez, en la práctica, se haga poco para hacerla valer, porque siempre las resistencias son grandes, sobre todo en lo tocante a lo menudo. Por eso puede ser aleccionador en el buen sentido lo que está pasando en la Corte Suprema de Justicia, ya que la nueva administración ha llegado con un claro empeño de implantar austeridad en lo cotidiano, como decir uso de vehículos, reparto de combustible, contrataciones para actividades sociales, entre otros. La costumbre, sobre todo cuando es proclive al desperdicio, se vuelve ley casi de inmediato, con las consecuencias de crecimiento constante que esto lleva consigo.
En el área de la justicia, y específicamente en el Órgano Judicial, se viene necesitando un ejercicio ordenador, que no sólo asegure la pronta y cumplida justicia, que es mandato esencial en nuestro régimen constitucional, sino que permita utilizar los recursos financieros disponibles, que siempre serán escasos, en lo esencial de la función. Esa es la política anunciada por la conducción actual de la Corte Suprema, y su puesta en práctica debe ser consistente y continuada.
El Estado existe para servir
Dentro de la distorsionada cultura tradicional del servicio público, éste se fue convirtiendo en un fin en sí, cuando su esencia es claramente instrumental. El Estado, en todas sus expresiones, existe en función del ser humano, que es “el origen y el fin de la actividad del Estado”, como dice en su línea inicial el primer artículo de nuestra Carta Magna. La práctica distorsionada por el torcido ejercicio del poder llevó a algo todavía más grave: que la soberanía llegara a residir en los representantes y no en el pueblo representado, como establece la Constitución.
Ahora, en el despliegue progresivo de la democracia, las cosas están cambiando también progresivamente. Y este no es un cambio de naturaleza ideológica o programática de nadie: es efecto directo de la misma dinámica del proceso nacional. El Estado, el Gobierno y todos los altos representantes y funcionarios están al servicio de la nación, y así deben caracterizarse y actuar. De ahí que la austeridad sea algo natural y no excepcional. No porque hoy estemos en crisis, sino porque así debe ser. Esa es la sana lógica del servicio público, en el que los representados están por encima de sus representantes.
Es, pues, momento más que oportuno para establecer en todos los ámbitos del quehacer público una política de austeridad que refleje la verdadera naturaleza de las cosas. Y, por ejemplo, todas esas masivas campañas publicitarias desde los entes públicos deben ser eliminadas, porque las acciones y las obras de cada quien deben hablar por sí mismas.
Con los niveles de pobreza nuestros el despilfarro, la corrupcion y la holgazaneria burocratica deberian de castigarse con carcel. Es ironico pero muy cierto que las economias mas ricas del mundo son proporcionalmente las mas efectivas en el uso de los bienes comunes cuando por logica humanista deberia ser al contrario.
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