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2010/12/08

LPG-Una calificación bastante benévola

 Conozco al presidente Funes desde sus años de estudiante de secundaria y estoy convencido de que tiene cualidades suficientes para lograr mucho más que una buena imagen.

Escrito por Joaquín Samayoa.08 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

El presidente Funes cierra sus primeros 18 meses de gobierno, el 30% del período para el cual fue electo, sin muchos logros que mostrar, pero con índices elevados de aprobación de la ciudadanía. No es nuevo que haya una notable discrepancia entre la popularidad del mandatario y las valoraciones que hace la gente de los aspectos específicos más relevantes de la gestión gubernamental. Estas últimas siempre van a la zaga. En las encuestas de opinión, los ciudadanos siempre son renuentes a aplicar el sabio consejo bíblico: Por sus obras los conoceréis.

Las tres encuestas que en días recientes han divulgado resultados (LPG Datos, UCA y Mitofsky) revelan que un porcentaje elevado de la población aprueba, con mayor o menor convicción y entusiasmo, al presidente Funes, al tiempo que aproximadamente la mitad de los opinantes expresa insatisfacción sobre el estado de cosas en la economía y la seguridad pública.

¿Cómo se explican esas discrepancias? En primer lugar, la gente sabe o intuye que un presidente no es el único responsable por la solución de los problemas. Otros actores y algunas circunstancias que escapan al control del presidente tienden a dificultar los logros que todos quisiéramos ver. Pero además, la nuestra es una cultura presidencialista en cuyo seno la imagen de un presidente alcanza dimensiones casi míticas. Profesamos tal vez un culto excesivo al poder, lo cual conlleva un enorme respeto a quien lo detenta. En otras palabras, a no ser que un presidente cometa errores graves o tenga una personalidad repugnante, la mayoría de las personas siempre se siente inclinada a verlo desde una óptica positiva y a concederle el beneficio de la duda mientras no lo desmerezca abiertamente.

Por otra parte, en los países del tercer mundo se gastan considerables sumas de dinero en esfuerzos publicitarios orientados a cultivar la buena imagen de los gobernantes, lo cual se logra ocultando sus facetas negativas y explotando todo aquello que parece ser del agrado de la población. En el caso del presidente Funes, algo que siempre le ha ganado puntos, antes como periodista y ahora como dirigente político, es que tiene carácter y no tiene pelos en la lengua; se enfrenta a los poderes, regaña públicamente a sus propios funcionarios, fustiga constantemente al gremio empresarial, confronta a los dirigentes de su propio partido y hace patente su malestar cuando se siente mal tratado por los grandes medios de comunicación, los cuales tienden a volverse dóciles en virtud de esa presión.

Conozco al presidente Funes desde sus años de estudiante de secundaria y estoy convencido de que tiene cualidades suficientes para lograr mucho más que una buena imagen. Por eso resulta bastante lamentable que su mejor carta de presentación sea una medida desde todo punto de vista irrelevante. La entrega indiscriminada de uniformes, zapatos y útiles escolares a más de un millón de niños es sumamente costosa y no ayuda en lo más mínimo a resolver los grandes problemas del país; ni siquiera tiene impacto significativo en la cobertura educativa y menos todavía en la calidad de la educación. Tampoco se ha convertido, como los asesores del presidente habrían querido, en un factor de dinamización de la pequeña empresa artesanal.

El único impacto de esa medida se observa en las cifras de popularidad del presidente. Pero la gente no sabe que para financiar ese programa de corte populista, el gobierno ha debido renunciar a darle un impulso decidido a la educación científica y tecnológica; ha debido sacrificar algunos de sus propios planes educativos, como el de escuela de tiempo pleno y la estrategia integral de dignificación y elevación profesional del magisterio nacional. Con semejante noción tan arrevesada de las prioridades, al final del gobierno del presidente Funes la educación seguirá estancada. Y si eso mismo se repite en otras áreas, el país entero seguirá estancado. Es un lamentable ejemplo de buena imagen a costa de mal gobierno.

El presidente no debe dormirse en los efímeros laureles de la aprobación en las encuestas de opinión. Tampoco debiera seguir buscando a quién culpar por las cosas que no van bien. Hay muchos problemas y también muchas oportunidades que siguen a la espera de un verdadero gobierno de cambio.

Una calificación bastante benévola

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