Escrito por Rafael Rodríguez Loucel.21 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
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Siendo un tema inagotable y el espacio limitado he tenido que recurrir al sistema de entrega por partes, con el fin de intentar dejar en los lectores un mensaje de lo contradictorio de las acciones y del proceder de un país, que no obstante ser pobre, pequeño en extensión territorial y escaso de recursos, transita al revés en el camino del progreso. Una Navidad está por celebrarse y para algunos es un período de paz y reflexión, pero para muchos lo es de ansiedad, y posteriormente de angustia y temor. Esos que no tienen capacidad de pago para comprar artículos que talvez no necesitan, de necesidad aparente o circunstancial, pues adquieren la fiebre de consumo; el humano es consumidor potencial por naturaleza que imita, lo que se traduce gradualmente en obsesión de poseer lo material que adquiere el prójimo. “Cuánto tienes, cuánto vales.” La angustia surge hasta el principio del siguiente año, cuando sus cuentas por pagar aparecen extraordinariamente ampliadas por un cambio temporal y artificial en sus prioridades.
Recurriendo nuevamente a Eduardo Galeano: “Los dueños del mundo nos comunican la obligación que todos tenemos de contemplarnos en un espejo único, que refleja los valores del consumo. Estamos obligados a embarcarnos en el crucero, que surca las agitadas aguas del mercado. La mayoría de los navegantes está condenado al naufragio, pero la deuda externa paga todos los pasajes de los que pueden viajar”. Podría interpretarse que los que no consumen están simulando existir. En El Salvador de hoy, si algo se aprende rápido es cómo gastar el dinero, tanto en el sector privado como en el sector público; lo que no se aprende es a producir y ahorrar. ¿Cómo adquieren los bienes y servicios entonces los que pertenecen a estratos de ingreso medio y bajos? Pues con tarjetas de crédito y/o remesas familiares? Y por qué no por lógica elemental, se produce más, se genera empleo, ingreso, ahorro e inversión y racionalmente después se decide gastar lo percibido en concepto de remuneraciones, utilidades y además pagar impuestos para sufragar los gastos gubernamentales, de un gobierno con dificultades para pagar sus gastos corrientes, menos para complementar la inversión productiva y social que se necesita e iniciar un círculo virtuoso. Pero no olvidemos que el mundo está al revés, en muchos países, incluyendo El Salvador, primero se consume y después ya veremos cómo se paga y el desempleo abierto y disfrazado (que incluye aquellos que viven de actividades ilícitas) se incrementa en forma geométrica.
La economía mundial exige mercados de consumo en crecimiento, para su producción creciente y para conservar las tasas de ganancia, exige brazos y materias primas a precio irrisorio, para conservar sus costos de producción. Para poder exportar, alguien tiene que importar y para que existan acreedores tienen que existir deudores. Los que transitan en el camino correcto producen, invierten y ahorran, pero El Salvador decidió pertenecer al mundo de los que caminan al revés, nunca se implementó una estrategia de sustitución de importaciones, mucho menos la etapa siguiente: la de fomento de exportaciones y crear tecnología propia; la deuda del país ya sobrepasó la mitad de su producción o su ingreso; la tendrán que pagar en su totalidad los que todavía no han nacido.
El mismo sistema que necesita vender cada vez más. Necesita también pagar cada vez menos. Esta paradoja de multiplicar los consumidores también multiplica a los delincuentes. Galeano afirma: “Armaos los unos a los otros hoy por hoy, en el manicomio de las calles, cualquiera puede morir de bala: el que ha nacido para morir de hambre y también el que ha nacido para morir de indigestión”.
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