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2010/12/22

LPG-Las virtudes cristianas

Las religiones optan por proyectar diversas imágenes de Jesús que no necesariamente corresponden con los Evangelios.

Escrito por Joaquín Samayoa.22 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

jsamayoa@fepade.org.sv

Son muchas las iglesias y religiones que tienen por centro de gravedad la figura de Jesús y las que simplemente usan su nombre para ganar adeptos con fines inconfesables. Las primeras merecen todas respeto. A las segundas Dios se encargará de pasarles la factura hasta por el último centavo de dinero mal habido.

Quienes se acogen a una comunidad eclesial cristiana como mediación para acercarse a Dios van construyendo en sus mentes una idea y una vivencia de Jesús a tono con las visiones teológicas y las creencias del grupo religioso al que se adscriben. Pero también hay muchos hombres y mujeres de buena voluntad cuya religión postula que Jesús no es el Mesías que todavía esperan, y cada vez hay más personas que, habiendo sido educados en la fe cristiana, aceptan a Jesús pero encuentran problemáticas u objetables las ideas o las prácticas de las religiones que conocen.

No es fácil, pues, hablar de Jesús, a no ser que uno tenga el atrevimiento de creerse poseedor único de todas sus verdades. Siempre hay que hacerlo con humildad y con plena conciencia de las limitaciones que tenemos los humanos para conocer bien aun a quienes conviven todo el tiempo con nosotros en una dimensión objetiva y tangible de la realidad.

Debo confesar que estuve a punto de caer en la tentación de evadir este tema. Es una responsabilidad muy grande y, a diferencia de los predicadores, tengo muy poca costumbre de hacerlo. Pero los columnistas somos, con el perdón de nuestros lectores, un poco atrevidos. Asumimos cada semana el desafío de comentar los temas del momento y eso es lo que los lectores esperan de nosotros, así es que no tengo escapatoria. El tema del momento esta semana es la Navidad.

Sobre este tema, hay algunas cosas que no entiendo. La primera de ellas es por qué, si Jesús es tan central en el proyecto de salvación, Dios lo envía al mundo cuando la humanidad lleva ya mucho camino recorrido sin el beneficio de conocerlo y sin la opción de seguirlo. Seguramente hay una explicación, pero yo no la conozco. Los que tengan curiosidad tendrán que hacerle esta pregunta a su párroco o a su pastor.

Pero sea cual fuere la respuesta, es un hecho histórico bien documentado la presencia física de un tal Jesús en nuestro mundo hace aproximadamente dos mil años. Aunque su naturaleza divina es asunto de fe, su impacto en la historia de la humanidad ha sido infinitamente mayor que el de cualquier otro personaje, por grandes que hayan parecido o puedan parecer a sus coetáneos. La imprenta y la internet tardarían muchos siglos en llegar y, sin embargo, el tal Jesús se las arregla sin ellas para darse a conocer en todo el mundo y para prevalecer como figura central, al menos en las culturas occidentales, a través de los tiempos.

En las Navidades se destaca la figura del niño recién nacido, que evoca ternura y suscita sentimientos de alegría que todos hemos experimentado cada vez que la cigüeña visita los hogares de nuestros seres queridos. Pero la celebración de la Navidad tiene más hondura. Los que compartimos la fe cristiana celebramos la llegada de un Salvador que no ha venido a realizar actos de magia, sino a mostrarnos un único camino, una sola verdad y una particular forma de vida para hacer la parte que nos corresponde en la realización del reino de Dios.

Las religiones optan por proyectar diversas imágenes de Jesús que no necesariamente corresponden con los Evangelios, que son los únicos referentes universales para conocer a Jesús. En esos documentos no hay nada que respalde la imagen de un Jesús narcisista y caprichoso que exige adoración constante, ama el dinero y prioriza las normas restrictivas de la sexualidad sobre otros valores. Las virtudes cristianas que se perfilan con entera claridad en los relatos evangélicos de la vida de Jesús son muy diferentes.

Jesús es, ante todo, algo positivo. Es amor, humildad, perdón, justicia, aceptación sin discriminación de todas las personas con sus peculiaridades, despojo de todo lo que comprometa la libertad. La Navidad no es genuina si no aceptamos el compromiso de cultivar esas virtudes.

Las virtudes cristianas

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