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2010/12/22

LPG-Editorial-El respeto a la Constitución es piedra angular de la democracia

 Si hoy dejamos que se entre en una fase de inseguridades o arbitrariedades constitucionales, el costo será elevadísimo y las consecuencias incalculables.

Escrito por Editorial.22 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

En estos días se están cumpliendo los 27 años de vigencia de la Constitución de la República, que fue aprobada el 15 de diciembre de 1983 y entró en vigor el 20 del mismo mes. Hay que recordar que dicha Constitución fue producto de las primeras elecciones ocurridas dentro del esquema democrático recién inaugurado en medio de las balas de aquellos primeros años de la guerra, cuando las posibilidades de triunfo militar de cualquiera de los dos bandos en contienda parecían muy altas. Es decir, dicha Constitución, aún vigente, surgió en la más peligrosa emergencia, y el hecho de que pudiera darse pese a todas las adversidades circundantes es una especie de credencial heroica, indispensable para pasar a las etapas siguientes de nuestra evolución.

La plantilla básica de la Constitución de 1983 está en la histórica Constitución de 1950: aunque también hay que decir que algunos de sus conceptos distintivos vinieron marcados por los apremios y las visiones del momento. Pero hubo Constitución, y eso posibilitó encarar los desafíos de la guerra y de la solución de la guerra con un instrumental jurídico de alto potencial estabilizador. Cuando la negociación de la paz entró en fase decisiva, el punto clave estaba en la adecuación del escenario constitucional a las nuevas realidades emergentes. Y así la reforma constitucional pactada en la mesa de negociaciones en abril de 1991 abrió la puerta de la paz tan necesaria.

La Constitución de 1983, cuya función histórica es indiscutible, debe ser honrada por todos los ciudadanos, comenzando por aquellos que están en el deber expreso de cumplirla y hacerla valer, que son los funcionarios públicos de todos los niveles. En tiempos recientes se han desatado polémicas sobre la constitucionalidad, a partir de algunas resoluciones notoriamente cuestionables de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia. Esto ha hecho que la Constitución y el debido respeto a la misma estén en primer plano. Y, en efecto: para que la democracia se mantenga saludable y sólida, debe haber una vigilancia constante, desde los ámbitos ciudadanos, sobre el efectivo imperio de la ley, partiendo de la Carta Magna.

La Constitución es la columna vertebral de nuestro Estado de Derecho, y cualquier quebranto de la misma afecta todo el cuerpo social e institucional. Y eso es algo que todos debemos tener presente en todo momento, para asegurar la buena marcha del proceso nacional en su conjunto. Si hoy dejamos que se entre en una fase de inseguridades o arbitrariedades constitucionales, el costo será elevadísimo y las consecuencias incalculables.

La seguridad jurídica no puede existir como tal sin que la Constitución esté debidamente garantizada en su vigencia, en su interpretación y en su acatamiento. Y en las condiciones actuales, eso es aún más imperioso e insoslayable, porque si algo está amenazado y expuesto como nunca antes es la seguridad en sus diversas formas y manifestaciones. Reconocerlo así es ahora mismo expresión de realismo elemental.

Desde luego, las Constituciones también están sujetas al proceso de evolución; y, en nuestro caso, eso significa que la ya venerable Constitución de 1983 también debe ser revisada periódicamente para, de ser necesario, ser puesta al día. Pero dichas dinámicas, para preservar la salud de todo el proceso, deben partir de acuerdos nacionales bien pensados y bien construidos, no de ocurrencias o de impulsos circunstanciales, como los que son tan comunes en la política de cualquier tipo.

El respeto a la Constitución es piedra angular de la democracia

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