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2010/12/08

LPG-La ayuda que no llega

Los resultados son concluyentes y están a la vista. Nada parece haber cambiado a pesar de varias décadas de esfuerzos. Por los menos la mitad de la población vive en comunidades olvidadas.

Escrito por Alejandro Gutman.08 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

El sistema de ayuda que se utiliza para mejorar las condiciones de vida representado mayormente por organizaciones públicas, privadas e internacionales, no ha logrado provocar cambios importantes en la realidad de millones de salvadoreños que allí viven.

Es obvio que el sistema de ayuda es ineficiente y eso se debe a las razones que enumero más adelante. En las mismas encontraremos también algunas soluciones del problema.

1.- Hay un desconocimiento de la realidad y una desconexión con la gente de los lugares más vulnerables, de sus necesidades y posibilidades. Esto hace que cualquier intento que quiera realizarse esté destinado al fracaso.

2.- Los lugares más difíciles son los más olvidados y, por ende, la ayuda no llega.

3.- El tema de la ayuda no se ha desarrollado con el rigor científico ni profesional para crear, implementar y evaluar los programas necesarios. La falta de creatividad, de ideas y de conocimientos hace que los programas que están a disposición no sean la solución adecuada para mejorar sustancialmente el modo en que se vive en esas comunidades.

4.- Para obtener resultados reales con la gente de las comunidades, las organizaciones y sus programas necesitan generar un compromiso sostenido en el tiempo y eso todavía no parece ser un objetivo.

5.- No se utilizan los recursos no convencionales y valiosísimos a disposición y cada organización tira para su lado.

6.- Muchas organizaciones están más preocupadas por ellas mismas que por aquellos que deben y pueden beneficiar. Tienen las prioridades cambiadas. Viven justificando su propio funcionamiento.

Es indispensable, a estas alturas, replantear profundamente el sistema de ayuda. Un programa no puede ser considerado bueno o malo por la transparencia de la gestión o por la cantidad de gente a la que llegue, sino por los resultados concretos de impacto y mejoras que produzcan en el beneficiado.

Si bien es imprescindible optimizar los recursos convencionales que se cuentan, también es fundamental utilizar aquellos que tradicionalmente no forman parte del sistema de ayuda.

Las universidades, los profesionales y los estudiantes son una fuente de riqueza de conocimientos muy importantes para provocar el cambio. Asimismo, la empresa privada constituye otro de los recursos no convencionales que puede y debe incluirse en los programas, y que ya ha demostrado excelentes resultados para generar expectativas de vida muy saludables en los niños, jóvenes y vecinos.

Sin embargo, solo se podrán obtener resultados duraderos y efectivos cuando los programas incluyan, además, la participación comprometida de aquel que es ayudado.

O sea, debe haber un compromiso recíproco entre las partes.

Es difícil de creer que en las últimas décadas el sistema de ayuda ha utilizado tantos millones, recursos, esfuerzos, programas, investigaciones, congresos, etcétera, para mejorar las condiciones de vida y que tan pocos resultados se hayan obtenido. Tanta medición sofisticada que han realizado las organizaciones solo ha servido para justificar sus propios funcionamientos.

Las condiciones de vida de la gente no han cambiado. Las expectativas siguen siendo tan limitadas, la desesperanza continúa a flor de piel, las posibilidades no han aparecido y generación tras generación el círculo vicioso se perpetúa. Los preconceptos de los de afuera están siempre latentes y la gente del lugar, como de costumbre, allí, firme y olvidada como siempre.

La ayuda que no llega

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