Escrito por Ivo Príamo Alvarenga.01 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
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PRESIDENTE Y EMPRESARIOS. Las diferencias entre Funes y gremiales de empresarios son vistas por algunos con alarma, considerándolas fuente de inestabilidad que crean nerviosismo y temor en las inversiones. Un vocero de extrema izquierda decía en una entrevista televisiva que la “oligarquía” no cedería un centavo, un milímetro de terreno en su afán de ahogar al gobierno.
El término “oligarquía” suena a expresión paleolítica; de los tiempos en que el periodista norteamericano Roberthausen dijo que El Salvador estaba gobernado por 14 familias, “los 14” de los que se habló por largo tiempo. Aunque la cuenta no salía porque enumerándolos resultaban más o menos los clanes dueños de los bancos, la producción, el procesamiento y la exportación de los principales rubros agrícolas, riqueza madre del país.
Ciertamente un reducido grupo controlaba la nación. A un gobernante militar que tuvo la ilusión de oponérseles con una reforma agraria, Óscar Osorio, en vez de destruirlo lo cooptaron como socio de plantaciones de algodón en Nancuchiname, propiedad de la familia más poderosa, los Dueñas. Las nacionalizaciones del Directorio Cívico Militar de 1961 y de la Junta Revolucionaria de Gobierno de 1979 son capítulos aparte.
En la actualidad, un núcleo de grandes, grandes, se coordina y forma un poder ingente, pero no capaz de doblegar a un presidente que choque con algunos de sus intereses.
En efecto, gobernantes o dirigentes de ARENA los enfrentaron y les ganaron la partida. Es cierto también que casi en cualquier dirección del espectro económico que se mire hay oligopolios que tratan de someter a todo su sector, pero existen miríadas de empresarios medianos independientes cuya fuerza en conjunto es formidable.
Ni el club de grandes, mucho menos otros empresarios, cometerían el error de enfrentarse a muerte con el presidente y el partido oficial. Sería entregarlos a los radicales de los que urgen al gobierno a alinearse con y tomar medidas como Hugo Chávez. El empresario profesional busca invertir y ganar, sin teñirse porque sí de color político.
El presidente, por su parte, no es tonto para caer en un barranco sin fondo de confrontación, ni quiere confrontar. Reiteradamente ha insistido en lo que es sabio: superar con el diálogo las divergencias y buscar juntos el interés nacional.
DESALOJOS. Es repulsiva, no se justifica con ningún pretexto, la acometida de la fuerza bruta contra gente pobre que solo busca trabajar. Todos los tiranos que han embestido al pueblo han alegado motivos nobles y superiores. No digo que sean tiranos los alcaldes que por al menos medio siglo han intentado desalojar a las vendedoras y vendedores de las calles, pero en los momentos que les azuzan la fuerza policial, se les parecen mucho. El único alcalde que podrá jactarse de la forma en que ha enfrentado ese problema, es el que le encuentre una solución pacífica y permanente.
MAFIAS Y EMPRESA. En una librería me llamó la atención un volumen con una elogiosa viñeta de Vargas Llosa, en cuya portada un muchacho delgado, sus músculos en aguda tensión, y otro atlético, tranquilo, sonriente, ambos en traje de baño, empuñaban sendas metralletas frente a un enemigo que no se ve.
La obra “Gomorra” habla de Camorra, la mafia napolitana y sus dos frentes. El militar que emplea jóvenes y adolescentes cuyos crímenes se asemejan a los de las pandillas salvadoreñas. Y el empresarial, con un imperio que se cuela en la industria, el comercio y las finanzas en Europa y Estados Unidos.
Leerlo produce los escalofríos de imaginar que una organización delincuencial y de negocios pueda dominar a El Salvador.
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