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2010/12/01

Contra Punto-Emprendimiento femenino: una puerta al desarrollo - Noticias de El Salvador - ContraPunto

 Por Karen Duke.01 de Diciembre. Tomado de Contra Punto.

El emprendimiento busca el propio desarrollo integral económico de la mujer,capacitandola para innovar sus productos, aprendiendo nuevas técnicas que mejoren el mismo

SAN SALVADOR-Poca es la evidencia que se requiere para asegurar el papel fundamental que las mujeres han jugado en el espacio privado, y en todas las actividades asociadas a la reproducción social de la vida doméstica. Sin embargo, poco es lo que se ha reconocido en el espacio público, político, económico y de representación social. 

Hablar de los emprendimientos femeninos es hablar de las capacidades creativas de las mujeres, las cuales se desarrollan a partir de la realidad que las rodea, para crear nuevas empresas o iniciativas productivas económicas y sociales que se utilicen como medio de empoderamiento de forma individual o colectiva. 

El término de emprendimiento femenino no ha sido estático, ha ido incorporando elementos claves que le van permitiendo una visión cada vez más cercana a la realidad, así pues. Contempla una visión de independencia económica, pero también permite el desarrollo humano de las mujeres, como la autorrealización y el empoderamiento. 

El emprendimiento femenino se ve potenciado por el conjunto de mujeres organizadas con un fin común: la autogestión, es decir, el propio desarrollo integral como actoras en la economía, con la capacidad de innovar y desarrollar sus productos, aprendiendo nuevas técnicas que mejoren el mismo.

El caso de los emprendimientos de Morazán nos muestra estas potencialidades. Alrededor de 420 mujeres, en los diferentes municipios, son las beneficiadas a través de los emprendimientos productivos tales como artesanías en barro negro, producción de miel, producción de café, producción de leche y sus derivados, entre otros. Estas iniciativas no sólo les potencia su nivel económico, en la ampliación de sus opciones de ingresos, sino también a nivel de empoderamiento, es decir, en la toma de conciencia de las propias capacidades, del rol y potencial de influir en el entorno. 

Estas iniciativas permiten el desarrollo de sus propias fuerzas y capacidades en la incorporación a la sociedad productiva. Así mismo, se encuentran con situaciones de riesgo que requieren soluciones derivadas de sus motivaciones de empoderamiento (económicas, subsistencia, deseo de independencia, perseverancia, familia, etc.) que producen las estrategias adecuadas, que las capacita para aprender y persistir en sus objetivos, a pesar de los fracasos y las frustraciones. 

Cuando hacemos referencia al proceso de la emprendeduría, autores como Hugo Kantis, Masahiko Ishida y Masahiko Komori han escrito al respecto, generando 3 etapas fundamentales del proceso: gestación del proyecto, puesta en marcha y desarrollo inicial. 

Dentro de la primera etapa de gestación del proyecto se encuentran, en principio, los emprendimientos individuales, donde se desarrolla la motivación, la identificación de la oportunidad, un reconocimiento de cuáles son sus capacidades y, de ser necesario, la capacitación en nuevos conocimientos. Así también, se genera la conformación de grupos o asociaciones que les permiten generar un emprendimiento colectivo. Muchas veces estos grupos pueden estar formados previamente, ya sea por afinidad o acontecimientos históricos del pasado. En El Salvador, por ejemplo, muchos de estos grupos han resultado a partir de las experiencias durante el conflicto armado. 

La segunda etapa consiste en el planteamiento y definición de las actividades, y la organización de los diferentes tipos de recursos. Uno de los puntos más importantes a tomar en cuenta es que la mujer o la asociación de mujeres deben asumir los riesgos de la iniciativa tanto a nivel económico, como a nivel personal. También deben considerar las oportunidades de tener acceso a nuevos recursos a partir de su iniciativa.

Durante la tercera etapa, los años iniciales de la emprendeduría son muy importantes para asegurar parte de la supervivencia de la misma, pues enfrenta nuevos retos, especialmente porque pasa del conocimiento a las realidades del mercado y debe tratar con el día a día de la gestión y el entorno de la empresa.

Algunos de los factores que irán impactando a lo largo del emprendimiento son, en un primer momento, los estereotipos y patrones de género en una cultura determinada. Estos atribuyen algunas características a los individuos por pertenecer a un determinado grupo, y establecen “fronteras simbólicas” entre las conductas normales y anormales, generando que la no conformidad de las primeras lleve a la exclusión social y la desaprobación del grupo. Estas imágenes idealizas de atributos e inclinaciones ligados al sexo, aunque no se ajusten a la realidad, tienen un impacto significativo en la sociedad y, por lo tanto, determina el espacio de la empresarialidad femenina.

Otro de los factores son las redes institucionales, gubernamentales o no gubernamentales, que pueden facilitar capacitaciones, acceso a recursos necesarios para iniciar el negocio, brindar apoyo para resolver problemas y permitir el acceso a la información. 

Finalmente, las redes familiares que permiten un apoyo a las mujeres, especialmente por la responsabilidad de las tareas domésticas que, históricamente, han recaído sobre las mujeres (especialmente en el área rural). Aún cuando la mujer decida lanzarse al ámbito público, debe ser “responsable” de las tareas del hogar, realizando así, en muchos casos, dobles jornadas. Sin duda alguna, ello genera una carga de trabajo superior sobre la mujer, o descarga su “responsabilidad” en otras mujeres, ya sea que la remunere o no, validando, en cierta manera, los estereotipos de género.

El proceso de emprendimiento femenino es una forma por medio de la cual la mujer busca poder, al menos en 4 formas, tal como lo expresa Duncan Green en su libro “De la pobreza al poder”. Primero, poder para: en el sentido de capacidad para optar por determinadas acciones y llevarlas a cabo. Segundo, poder con: poder  colectivo, a través de la organización, la solidaridad y la acción conjunta.  Tercero, poder interior: confianza en sí mismo, a menudo ligada a la cultura, la religión u otros aspectos de la identidad colectiva, que influye a la hora de determinar qué ideas y acciones parecen legítimos o aceptables. Cuarto, poder sobre: el poder del fuerte sobre el débil. Este poder a menudo está oculto. Estos últimos muy importantes en el proceso de reconstrucción de su reconocimiento como mujeres y luchas contra los patrones del sistema patriarcal.

Estos procesos comprueban que las mujeres urbanas y rurales – en el sector formal o informal de la economía – tienen un papel fundamental, no sólo como entes de reproducción social de la vida doméstica, sino también con sus capacidades creativas. Ellas desarrollan iniciativas productivas económicas y sociales que se utilizan como medio de empoderamiento y autorrealización, beneficiando así, no sólo a un pequeño grupo, sino también a toda la sociedad salvadoreña.

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