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2010/12/03

LPG-El derrumbe del general

 Escrito por Alfredo Parada h.03 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica.

drake_3000@hotmail.com

Sesenta y tantos inviernos han devorado calendarios desde aquellos meses de abril y mayo de 1944 y los recuerdo en esta ocasión para aquellos que no tienen precisos algunos detalles de los hechos que en ellos ocurrieron.

Corrían aquellos años cuando los salvadoreños éramos espectadores, unos, protagonistas, otros, del derrumbe de la dictadura de 12 años y meses del general Maximiliano Hernández Martínez.

El alzamiento de civiles y militares estalló el 2 de abril de 1944. La inteligencia martinista falló. Las acciones insurgentes sorprendieron al presidente Martínez en el puerto de La Libertad. El general, su esposa doña Concha e hijos disfrutaban de las playas aquel Domingo de Ramos. La familia presidencial escuchaba la radio YSP, La Voz de Cuscatlán, cuando de repente por ahí oyó las peroratas y gritos de los revolucionarios anunciando la caída del dictador; los cuarteles controlados, con excepción de la Policía Nacional resistiendo insurgentes. El tirano estudia la situación informada erróneamente por los rebeldes, y presto dispone a regresar; calcula los desvíos de su marcha, disimula u oculta su identidad oficial, pues supo, por la radio, que grupos de combatientes lo esperaban para capturarlo o liquidarlo. Logra llegar a la capital, se dirige al cuartel de la Policía, leal a él. Y continúa el tableteo de las ametralladoras Hotchquist.

El 3 de abril, por la tarde, Martínez había derrotado a los revolucionarios. Hubo combates aislados fuera de la capital. El 4 de abril la derrota insurgente fue total. Siete días después vino la condena del tribunal militar. Y los fusilamientos. Fue el año terrible.

Los salvadoreños no conocían los fusilamientos en grupo: el general Alfonso Marroquín, comandante del Regimiento de Infantería, el coronel Tito Tomás Calvo y el mayor Julio Faustino Sosa fueron fusilados en el interior de la Policía. En el paredón norte del Cementerio General fusilaron a tenientes y subtenientes de alta en el Primero de Infantería. Estos últimos fueron alumnos del general Martínez, cuartel que visitaba diariamente en unión de otros altos militares. Luego hubo otras ejecuciones.

A la par de las ejecuciones, la gente, el conjunto, se lanzó a las calles rechazando la matanza y pidiendo la expulsión del general. El estudiantado universitario fue el primero en mostrar su descontento violento. Surge la famosa e histórica huelga de brazos caídos. El país se paralizó. Jamás en nuestra historia sucedió tal fenómeno: trabajadores de toda índole, empresarios, gente que no se mete en nada, buses, periódicos, radiodifusores, se fueron a la huelga.

Obligado, Martínez anuncia su renuncia y argumenta que “no cree en la historia porque la historia la escriben los hombres, y cada hombre tiene su pasión favorable o desfavorable”.

El 10 de mayo abandonó el país, con garantías oficiales. Antes nombró a su sustituto, el general Andrés I. Menéndez. El ex presidente, pues, conservó el poder hasta que abandonó el territorio. El descontrol ciudadano surge y avanza cada día. El periódico El Líder, de titulares en letra roja, entre otras sugerencias, comentaba que no alcanzarían los postes del telégrafo para colgar a militares y civiles martinistas. El periódico era dirigido por los poetas y escritores Oswaldo Escobar Velado y Cristóbal Humberto Ibarra, talentosos estudiantes de Derecho. El barullo, el desorden, la lasitud en el cumplimiento de normas finalizó con el pronunciamiento militar del 21 de octubre y el ascenso a la Presidencia del coronel Osmín Aguirre y Salinas. El año terrible da para más.

El derrumbe del general

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