El electorado, en 2012, dará su veredicto sobre cómo se ha comportado la derecha para recomponerse y cómo se ha comportado la izquierda para sobrellevar esa figura curiosa de estar y no estar en el Gobierno.
Escrito por Editorial.02 de Diciembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Faltan más de 15 meses para que se realicen las elecciones legislativas y municipales de 2012 y ya se sienten en el ambiente los movimientos indicativos de que la agenda electoral se activa cada día más. Esto no era común en comicios de esa índole, ni siquiera durante este período de posguerra en que la democratización política ha venido tomando creciente impulso; y eso indica que el venidero examen en las urnas tiene componentes particulares en esta precisa ocasión. Tener esto lo más claro posible ayudará sin duda a entender mejor el momento histórico y político que se vive y a visualizar con más claridad las posibilidades y desafíos que se abren de cara al futuro.
En esta oportunidad habrá una medición muy específica y singular de la fuerza de los partidos políticos ya tradicionales, especialmente los dos emblemáticos de la izquierda y de la derecha: ARENA y el FMLN. Se verá como han logrado encajar, de cara al ojo ciudadano, que siempre es tan perspicaz, la derrota y la victoria respectivas en 2009, pues ambas constituyen retos complejos que van mucho más allá de ganar posiciones y cargos. El electorado, en 2012, dará su veredicto sobre cómo se ha comportado la derecha para recomponerse y cómo se ha comportado la izquierda para sobrellevar esa figura curiosa de estar y no estar en el Gobierno.
Pero también habrá medición sobre la fuerza que pueden haber acumulado o perdido en esta coyuntura de nuestro ejercicio de evolución democrática los partidos que tienen menos caudal electoral y que son tradicionales, como el PCN, el PDC y el CD; y sobre los resultados que puedan lograr en las urnas los nuevos partidos como GANA, en su condición de desprendimiento de ARENA. Es decir, de 2012 el elenco partidario podrá salir refrendado en lo que era o modificado en una nueva correlación de fuerzas. Según los indicios, tanto de las encuestas como de las señales ciudadanas, se dará lo primero, aunque eso se sabrá hasta el último momento.
Se suma además un factor nuevo, aún indefinido: la incidencia eventual de las llamadas candidaturas independientes, ciudadanas o no partidarias. Los partidos siguen discutiendo cómo regular dichas candidaturas, cuya existencia legal quedó posibilitada por el controversial fallo de la Sala de lo Constitucional. Como están las cosas en el ámbito de las ansiedades políticas, lo más probable es que dichas candidaturas queden más bien como una posibilidad formal al menos en 2012. Pero sí hay condiciones de funcionalidad inmediata para las listas abiertas, lo cual sería ya un importantísimo avance en la línea de ir viabilizando de veras la representatividad ciudadana, que ahora está ahogada por la dictadura de los partidos.
Todo lo anterior nos reafirma en la percepción de que 2012 será, electoralmente, un año decisivo, que sin duda constituirá el test preparatorio de 2014, cuando vengan las próximas presidenciales. No es de extrañar, entonces, que de aquí en adelante, hasta 2015, todo esté crecientemente impregnado de intereses electorales. Esto exige que la actividad gubernamental se afine de veras, y salga cuanto antes de la manía confrontativa en la que ha venido cayendo.
La agenda de país debe ser –¿cuántas veces habrá que repetirlo?– lo que reciba más atención y empeño en las condiciones actuales. Quisiéramos ver por fin que las distintas fuerzas nacionales dejen de relacionarse negativamente para asumir, en conjunto y en armonía, esa tarea que es la que está en primera línea del interés nacional. Es factible y es exigible.
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