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2010/12/01

La Página-Diálogo entre el columnista y un político en el infierno-Diario digital de noticias de El Salvador

Escrito por Marvin Aguilar.01 de Diciembre. Tomado de La Página.

Un día amanecí muerto, fui al infierno, yo ya estaba resignado a ello, no era malo después de todo, al paraíso fueron todos los demás, así que mejor se esta rodeado de pecadores que junto a buenos que al final son malvados. ¿Se comprende mi decisión?

Se me acusó de haber sido miembro en vida de la escuela de la sospecha, además de ocurrírseme la descabellada idea de enfrentarme a lo establecido: la doble moral.

Allí no sólo estaba yo, desde luego, sino además entre otros, uno de los políticos más honestos, coherentes que ha tenido nuestra historia: Gerardo Barrios, ambos dos, ¿en el infierno? El capitán general me explico, que habían decidido dejarle en el infierno debido a que sus enemigos lograron en vida comprar las indulgencias necesarias para quedarse en el lado bueno de la película, y a la vez impedir su entrada por masón.

Me confesó: que al momento de su fusilamiento, no pudo finalmente arrepentirse de todo lo actuado, y de esa manera como terco indígena sami de la rebelión de Kautokeino, fue ejecutado.

Me apresuré a obviar sus lamentaciones de héroe olvidado y utilizado, para preguntarle: ¿por qué los políticos se corrompen?

Barrios: Ellos los políticos saben la verdad de las cosas; lo que acontece es que las gentes no desean saber nunca la verdad, por eso es necesario mentirles.

Yo: ¿La gente es la culpable?

Barrios: todos. Ya que aquellos que dicen detestar la hipocresía, son en realidad más hipócritas, los que exigen la verdad, nunca están preparados para ella, y es ese el dilema nacional. Debido a eso, me vi obligado a fusilar a dos presidentes del Órgano Judicial. Tristemente me fui dando cuenta que cuando le pides al pueblo que te apoye a sacarlo del envilecimiento, no sólo te dan la espalda, sino igualmente se sienten jubilosos de ser viles, que, si surge alguno dispuesto a redimir a la patria, lo consideran por eso un payaso, desde esto, facultado esta el político a comportarse como de la gana, con ello demuestra que lo que todos hacen con la nación y por ende de ellos mismos, de él incluso, es envilecerse, desquiciarse. Si los ciudadanos han extraviado el raciocinio, el político tiene que jugar un papel acorde con esas circunstancias. Por lo tanto es necesario asumir con entereza los escupitajos que el pueblo lleno de pillos e incompetentes lanza, ya que eso será finalmente la prueba de la integridad personal del político.

Yo: La verdad tiene algo de insolente, tanto que a veces se asemeja a la mentira.

Barrios: Es el nuestro, un pueblo atormentado, adolecido por fiebres insospechadas, hemos sido una nación que se ve empujada cada generación a salirse de ella misma, enamorados de razas distintas, las que ansían ser. De las que desearían ser descendientes.

Yo: Cada pueblo tiene su propia forma de ser hipócrita, y a eso le llamamos nuestras virtudes. No conocemos ni podremos jamás conocer lo mejor de nosotros.

Barrios: La locura se da extrañamente en las personas, pero es común denominador en los grupos, en los partidos, las naciones y en las épocas históricas, de esta manera todos se ven obligados a traicionar lo que creían para poder ser coherente con la realidad cotidiana de una forma de creer, costumbre, tradición, se envuelven en una espiral de absoluta y divina frustración. Nuestros habitantes no prestan atención ni al mejor de los razonamientos en contra de lo que se entiende como alma nacional, esto se interpreta como una muestra de carácter, por supuesto es de igual la irremediable decisión de llegar a la estupidez.

El capitán general se marchó, caminaba y al mismo tiempo hablaba solo, luego de unos pasos, se volteó y me dijo lo siguiente: no existen fenómenos morales, sino sólo una interpretación moral de los fenómenos. Guíate por esa máxima y estarás libre de prejuicios y no padecerás de intolerancia.

Ahora estaba muerto ¿de qué podían servirme aquellas palabras? No importaba, note que siempre había visto que las estrellas estaban arriba de mi, muerto, como me encontraba ahora, era yo quien estaba arriba de ellas, podía tener la visión del hombre del conocimiento. Había logrado mi ideal faustiano, la muerte era bella.

Diario digital de noticias de El Salvador

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