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2010/12/23

EDH-Una conspiración frustrada

Marvin Galeas.23 de Dciembre. Tomado de El Diario de Hoy.

La historia la leí en 1981 en un documento publicado por el ministerio cubano del Interior. A mediados de la Década de los Setenta, no recuerdo la fecha exacta, una organización anticomunista radicada en Miami había decidido matar a Fidel Castro durante su programada visita oficial a la ciudad de México.

El plan, decía el documento, había sido preparado minuciosamente y por varias semanas en algún lugar de la Florida. El encargado de la misión era un hombre de unos 32 años, delgado, piel blanca, alto, cabello castaño oscuro, de mirada fría y hablar pausado. Había nacido en La Habana y allí había vivido hasta que su familia huyó de la isla tres años después del triunfo de la revolución.

Ingresó a la organización en 1972 y desde entonces había dado muestras de su audacia, su feroz anticomunismo y su admirable puntería. Había participado en varios de los atentados terroristas contra objetivos cubanos en el extranjero. Pero esta vez su misión era la de despachar al otro mundo nada menos que al comandante en jefe.

En realidad la operación era sencilla. Se trataba de disparar desde algún oculto lugar contra Fidel Castro con un fusil de precisión, durante una presentación pública. Era una mezcla del "Día del Chacal", y el asesinato de Kennedy. Lo más dificultoso del plan había sido conseguir la información de la agenda de Fidel Castro, buscar el sitio desde donde disparar e introducir el arma a la capital mexicana.

Un par de semanas antes del atentado, relata el documento, el tirador tomó un avión que lo llevó desde Miami hasta la capital de El Salvador. Allí se hospedó en el Gran Hotel San Salvador, ubicado en el centro de la ciudad. El edificio colapsó durante el terremoto de octubre de 1986. En el hotel fue contactado por un agente de la DINA, la policía política de Pinochet, quien le entregó en un estuche que parecía una caja de herramientas, el fusil de francotirador.

Luego tendría que viajar en autobús hacia México, donde ya estaba preparado el sitio del disparo y las rutas de escape. Pero la noche de ese mismo día en que le fue entregada el arma, hizo una llamada misteriosa a alguien en la capital mexicana. Expresó unas palabras en clave, colgó y se fue a tomar un largo trago de ron al bar del hotel. Posteriormente se fue a dormir.

Al día siguiente, por la tarde, recibió una llamada urgente desde Miami. El gobierno cubano había anunciado que Fidel Castro había pospuesto, por razones de fuerza mayor, su viaje oficial a la ciudad de México.

El hombre sonrió aliviado y fumó un cigarrillo. Se trataba en realidad de un agente del ministerio cubano del Interior, infiltrado desde hacía unos años en la organización anticastrista. Meses después el hombre fue descubierto, precisamente a raíz del fallido atentado, y regresó, tras una verdadera odisea en el mar, a La Habana, después de muchos años de vivir en el exterior como agente secreto del régimen.

No sé cuánto de realidad hay en esta historia, pero lo cierto es que la seguridad del Estado cubana, junto al Mossad israelí, tienen fama de ser los servicios de inteligencia más eficientes del mundo. Prueba de ello es la cantidad de agentes cubanos infiltrados y descubiertos dentro de las propias organizaciones cubanas anticastristas. La mismísima dirección de Radio Martí, que transmite desde Miami estaba infiltrada, por ejemplo.

La larga permanencia de Fidel Castro en el poder se fundamenta en el rígido sistema político unipartidista, las redes de vigilancia entre vecinos, la labor del G-2, la policía política interna y los agentes, que por centenares o quizá millares actúan en el exterior. Sin embargo, ese estado policial no defiende en realidad "la dictadura del proletariado", ni siquiera la dictadura del Partido Comunista, sino el liderazgo de Fidel Castro, cuya vida se entremezcló de manera profunda con la historia reciente de Cuba.

Así como pintan las cosas, al régimen cubano le pasará como al "campo socialista" de Europa. Su desplome no será ocasionado desde fuera, sino desde dentro. No serán las organizaciones anticastristas ni los marines los que derrumbarán a la dictadura. Se caerá porque ya no hay Unión Soviética que la mantenga en pie. Y la chequera de Chávez tampoco es infinita. Se caerá por su propia ineficiencia como sistema económico, y por la caducidad política, moral y biológica de su sistema político y sus dirigentes. Huele a final.

*Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleas@cinco.com.sv

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