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2010/12/23

EDH-Un Niño Dios diferente

 María A. de López Andreu.23 de Dciembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Pasado mañana es Navidad, el evento que dividió el tiempo en "antes de Cristo" y "después de Cristo", en el que los artistas se inspiraron para producir sus más bellas obras de arte, en las que contemplamos al Niño Dios, que nos inspira y conmueve.

Tradicionalmente inculcamos a nuestros hijos la devoción al Niño Dios, iniciándola al contemplar su imagen, recostado en el pesebre, con su carita sonriente, dulce su mirada y sus manitas en posición de querer bendecirnos. Y esa devoción crece, así como va creciendo Jesús, bajo los nombres de Niño de Praga, Niño de Atocha, Divino Niño, etc.

Hoy deseo compartir con ustedes una imagen muy diferente del Niño Dios: porque no es el Niño sonriente sino, todo lo contrario, es el Niño sufriente.

Se trata de una imagen muy, muy antigua, exhibida dentro de una urna de cristal. Todo el conjunto mide, aproximadamente, 40 cm. de frente, 30 cm. de fondo y 60 cm. de alto. Representa a un Niño Dios de unos 3 ó 4 años, sentadito en posición de terrible desaliento; apoya en su mano su bella carita; no sonríe, sino que expresa inmenso dolor y preocupación. Su cabeza, bajo el resplandor que revela su divinidad, tiene ceñida una corona de espinas. Su traje es el de nazareno y, en vez de verse rodeado por objetos infantiles de época, tiene a su lado todos los elementos que nos recuerdan su terrible pasión y tortura: la cruz, el látigo, la lanza, el hisopo empapado en vinagre y hiel, etc. Está completamente solo y apesadumbrado. Es imposible contemplarle y no sentir el impulso de darle aliento, consuelo y amarle más.

Esta imagen perteneció a mis tías Luz y María; la exhibían en el zaguán de su casa, en Santa Ana, y los transeúntes entraban, respetuosamente, a orar un momentito ante ella.

Yo era muy pequeña y, lejos de sentir devoción, la imagen de ese Niño tan bello, que representaba el más grande sufrimiento, me inspiraba terror. Por eso, incluso siendo ya grande, al visitar a las tías nunca entraba por el zaguán, sino por la tienda contigua, que se comunicaba directamente al corredor de su casa.

Por cosas de la vida, al no tener ellas herederos directos, esa imagen me quedó a mí, que aún recordaba cuánto miedo me provocaba.

Pero, cuando contemplé la imagen nuevamente, ya con ojos y experiencias de adulta, el Niño robó mi corazón y devoción. Está colocado en un lugar especial y, al no conocerle nombre, le bautizamos como "el Niño de la Pasión".

Hoy, en Navidad, he querido hablar de esta imagen poco conocida, porque olvidamos que el Niño del pesebre vino al mundo exclusivamente para redimirnos. Y Él estuvo consciente de su dolorosa misión, desde su más tierna infancia. No huyó del sufrimiento, sino lo abrazó, por amor a su Padre y a nosotros. ¡Qué gran lección, para quienes todo lo queremos fácil y alegre!

Comparto la historia del Niño de la Pasión, esperando que veamos, representados en Él, a todos los niños sufrientes del mundo, en especial, los de nuestro país, por quienes debemos hacer todo lo que podamos para aliviarles y sacarles adelante.

Sin Navidad no habría Viernes Santo ni Domingo de Resurrección. Propongámonos acompañar a Jesús en su largo y doloroso camino por nuestra redención.

elsalvador.com :.: Un Niño Dios diferente

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