Los cubanos ni siquiera pueden tirarse a la calle a saquear comercios, bodegas o farmacias por la sencilla razón de que la carestía es general, "no hay nada que robar"
20 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.
Según fuentes del Vaticano en Cuba, con gran probabilidad se va a producir un baño de sangre al derrumbarse las destartaladas estructuras de entrega de alimentos, servicios y las débiles actividades económicas, agravado esto por el despido de más de un millón de empleados que el régimen no puede seguir sosteniendo. ¿Cómo van a comer?
Los cubanos ni siquiera pueden tirarse a la calle a saquear comercios, bodegas o farmacias por la sencilla razón de que la carestía es general, "no hay nada que robar": todos son igualmente pobres. En tal sentido, los cubanos están peor que los haitianos, pues en Haití al menos subsisten débiles canales de distribución.
La buena noticia en este cuadro de horror es que una vez que el régimen colapse y los hermanos Castro huyan como lo hizo Batista hace cincuenta años, Cuba tiene una poderosa, inteligente y capaz reserva económica, cívica, moral, cultural y profesional: las comunidades cubanas del exterior que, de inmediato, se van a presentar para tomar en sus manos mucho de la reconstrucción de la Isla.
Es esa la tragedia de Haití: no disponer de sectores poblacionales capaces de ordenar el terrible desparpajo, montar instituciones, asumir liderazgos, organizar nueva producción.
En un país contemporáneo no hay familias, grupos poblacionales, productores o actividades que subsistan por sí solas, que se mantengan o prosperen por su cuenta. Cada empresa, cada familia, cada comunidad forma parte de cadenas de producción, consumo, servicios y soporte, aunque haya individuos y sectores que lo hagan en forma marginal. No es comparable lo que contribuyen al quehacer y bienestar general digamos los médicos o los técnicos en sistemas computacionales, con el aporte de labriegos en zonas afectadas por la erosión y persistentes sequías.
Se trata de realidades humanas difíciles de cambiar, que se repiten en el mundo entero.
Cuidemos, como a los ojos, la institucionalidad
Lo que hace que una región sea más productiva que otras son las infraestructuras legales, técnicas, de interacción entre las partes, de confianza y asentados tratos humanos e institucionales. Es distinto para una empresa contratar servicios o suministros con otras empresas y profesionales que han consolidado prestigio con su esfuerzo, a hacerlo con quienes no hubo relaciones previas.
Eso es lo que precisamente no sucede en un país donde una sola autoridad, partido, ideología y organización controla todo lo esencial: es siempre riesgoso tomar responsabilidades pues las reacciones de los de más arriba, en las cadenas de mando, son impredecibles, lo que retarda que las cosas se hagan o se hagan como se deben hacer.
A esto se suma otro factor fatal: que al no existir libertad de expresión tanto por el miedo a hablar como por el hecho de que todos los canales "de expresión" están controlados por el partido, los de arriba no saben verdaderamente cuáles son los efectos en los distintos niveles de lo que deciden.
A ello hay que añadirle el agravante de que, al no existir una libre formación de precios vía oferta y demanda, se cae en terribles ineficiencias, como sucede aquí con el sistema público de salud, petrificado al impedir a la gente votar con su patrocinio o su rechazo las clínicas, los médicos y los servicios que funcionan de manera mediocre y los que son un desastre.
Cuidemos, como a nuestros ojos, las instituciones propias de un país libre.
elsalvador.com :.: Los cubanos del exterior van a reconstruir Cuba
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