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2010/12/21

EDH-Editorial-El mercado decide mejor que grupos de burócratas

 Hay muchos ejemplos de lo absurdo que es determinar por consideraciones burocráticas o inclusive por inspiración de algunos, el uso ordenado, lógico, científico, social, etcétera de la tierra.

21 de Diciembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Viene de tan lejos en el tiempo lo de una "Ley de Ordenamiento Territorial" que difícilmente puede atribuirse su paternidad a la Fábrica Bolivariana de Ocurrencias, aun cuando coinciden en muchos rasgos lo que una se propone y lo que a la otra mueve.

La idea del ordenamiento es que burócratas sin trayectoria como productores, que nunca han edificado nada de importancia, que no sufren ni los premios ni los castigos del mercado a lo que hacen, que no arriesgan dinero en promover proyectos, son los que deben decidir cómo, cuándo, para qué y dónde se construye.

De lo que podemos estar seguros es que obtener permisos, lograr autorizaciones, calificar proyectos, etcétera, se puede convertir en una lucrativa ocupación.

A lo que puede llevarnos esta ley lo demuestra el disparatorio que rige la "preservación del Centro Histórico", que se las ha arreglado para hacer de San Salvador una permanente ruina donde casi nadie construye. Se llega al colmo de que se califican como "edificaciones históricas" viviendas y edificios erigidos cuando una porción grande de salvadoreños ya había nacido.

Hay muchos ejemplos de lo absurdo que es determinar por consideraciones burocráticas o inclusive por inspiración de algunos, el uso ordenado, lógico, científico, social, etcétera de la tierra.

Ese es el caso de Brasilia, la ciudad pensada por un presidente de Brasil que quería usar un enorme terreno suyo para construir la capital del país. Y allí se hizo Brasilia, en un lugar donde escasea el agua, el clima es malo y no hay gran población. Y el arquitecto escogido fue un comunista de apellido Niemayer.

En Brasilia se parceló todo nítidamente: una área para viviendas, otra para embajadas, otra para oficinas públicas, otra para trabajadores, otra para burgueses y, como remate, una gran avenida con "El Palacio de la Aurora" al final, cuya pretensión a la gloria es un espejo de agua y un edificio "aceptabilito".

Lo mejor del país es obra de particulares

Niemayer pretendía ser discípulo de Le Corbusier, el más grande arquitecto del siglo pasado, creador de la ciudad de Chandigarh, en la India, donde, por cierto, tuvimos el honor de conocerle. Nada que ver lo uno con lo otro…

Pues la obra, tan "territorialmente ordenada", resultó en una de las ciudades más aburridas de la Vía Láctea, lugar de donde los pobres burócratas y diplomáticos que están asignados allí se van los fines de semana a Río o Sao Paulo a ver algo de vida, movimiento, espontaneidad.

En esto del ordenamiento, nadie tiene mayor interés en que una construcción cumpla bien las funciones para las cuales se edifica, que sus dueños, los que ponen el dinero. Un burócrata se puede equivocar cuando decide que tal zona es para vivienda "social" o fábricas, pero si la cosa sale mal no pierde su dinero. El que construye con su peculio no puede darse esos lujos: la obra tiene que ser rentable y al ser rentable sirve a una comunidad o al país.

Hay otra consideración: las ciudades son como organismos vivos, que nacen, crecen, cambian, evolucionan e inclusive pueden morir. Las zonas más elegantes del viejo San Salvador son ahora barriadas destartaladas que nadie toca por el costo de mantener un "monumento histórico".

Lo mejor de nuestra capital lo hicieron urbanizadores privados, que atrajeron a personas con visión para invertir. Por suerte no había "ley de ordenamiento".

elsalvador.com :.: El mercado decide mejor que grupos de burócratas

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