Ahora el Presidente anuncia que tratará de conformar un Consejo Consultivo con ex Presidentes de la República y Secretarios Generales de los partidos. La idea es atendible, pero depende de cómo se viabilice...
Escrito por Editorial.03 de Marzo. Tomado de La Prensa Gráfica.
Cada momento histórico tiene su propio orden de prioridades, su propio catálogo de tareas inaplazables y su propio escenario de desafíos y oportunidades. Este momento histórico del país es especialmente complejo, y por consiguiente las prioridades, las tareas, los desafíos y las oportunidades están marcados con una intensidad especial. Una de las características más relevantes de esta coyuntura histórica es la imperiosa necesidad de interacción entre los distintos sectores que integran la vida nacional, ya que ninguno de nuestros problemas de fondo puede ser enfrentado con éxito si no hay un esfuerzo político y social eficazmente compartido.
Con gran frecuencia se habla de “lograr consensos”, de “buscar la unidad nacional” y de “trabajar en común por el país”; y todos esos son, desde luego, propósitos positivos y encomiables como tales. Pero el punto clave no está en los enunciados, sino en hacerlos realizables en el campo de los hechos. Seguir quedándose en el plano de la retórica no sólo tiende a trivializar una cuestión que merece atención concienzuda y comprometida, sino que incrementa el escepticismo social sobre las posibilidades de ir haciendo evolucionar constructivamente la atmósfera nacional, por ahora recargada de emanaciones indeseables y contaminantes.
En el acto de apertura de las celebraciones del Bicentenario del Primer Grito de la Independencia Centroamericana que fue lanzado en San Salvador el 5 de noviembre de 1811, el Presidente de la República se pronunció en términos como éstos: “El pueblo no pide promesas electorales ni verdades a medias; nos pide un acuerdo de nación. Elevemos el espíritu y pongamos adelante el futuro de los salvadoreños”. Ahora el Presidente anuncia que tratará de conformar un Consejo Consultivo con ex Presidentes de la República y Secretarios Generales de los partidos. La idea es atendible, pero depende de cómo se viabilice, porque si funciona será un significativo aporte orgánico; y si no, será otro intento que no pasa de tal.
¿Y qué se necesitaría cambiar para que iniciativas como ésa prosperen? En principio, tres cosas básicas: salir de cualquier encastillamiento ideológico, de intereses o de temperamento; disponerse a reconocer los problemas tal como son y no como conviene a las imágenes de las cuales se pretende sacar algún tipo de rédito o ventaja; y que todos, absolutamente todos los actores decisivos depongan intransigencias, atrincheramientos, prejuicios y arrogancias para entrar en una dinámica de naturalidad democrática constructiva.
En efecto, necesitamos agenda nacional y unidad nacional. La simple mención de los términos indica que lo que une esos esfuerzos necesarios es el calificativo “nacional”. A hacer funcional lo nacional habría que dedicarle mucha más atención y voluntad. Y aquí volvemos a lo mismo: no es cuestión de exhortaciones o de declaraciones, sino de señales concretas que puedan inducir resultados también concretos. Alguien tiene que allanar el terreno, y ese alguien es el Gobierno, que debe dar un ejemplo semejante al de un buen padre de familia.
La palabra “inclusión” está de moda. Bueno, pues habría que graficarla con las actitudes y con las condiciones. Hay que poner de moda también otras palabras básicas, como “tolerancia”, “respeto” y “creatividad”. La creatividad histórica se hace insustituible en momentos de acelerada evolución, como es éste, en el mundo y en el país. Que se vea el empeño, para llegar a ver los efectos.
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