“No estamos camino al comunismo ni al socialismo del siglo XXI, los grandes temores. Tenemos la oportunidad de aprovechar la coyuntura, dejar atrás el pasado y progresar.”
Escrito por Rafael Castellanos.01 de Marzo. Tomado de La Prensa Gráfica.
Dónde estamos, qué queremos y adónde vamos son preguntas existenciales muy pertinentes para el país, aquí y ahora.
Vivimos un momento fuera de lo ordinario que da para amplio análisis y reflexión. Llegó al poder la izquierda por primera vez en la historia, hegemonizada por el partido comunista en elecciones libres, aun matizado por la alianza con un presidente moderado, es fuera de lo ordinario.
Una posibilidad temida, fuera de época, es la implementación de un régimen comunista, socialismo profundo, los medios de producción y difusión pasando de manos privadas al Estado, las libertades anuladas, la represión brutal como única forma de mantener el régimen... y como todos los que lo han seguido, empobreciendo drásticamente al país y dejando profunda huella de sangre y corrupción.
La segunda posibilidad, realmente la más temida, esperada quizá por una parte importante de la izquierda, es un régimen pseudo socialista tipo Chávez, profundamente anti Estados Unidos, absolutista, confiscador y represivo. Aunque Chávez nunca implementó el socialismo, sí su perpetuación, lucha de clases, violencia y represión, supresión de democracia y otras libertades, corrupción monumental, alianza con la narcoguerrilla colombiana y empobrecimiento en un país rico en recursos.
Con toda la retórica previa del FMLN y el entorno internacional de entonces, este fue el mayor temor durante la campaña electoral de 2008. Basta leer artículos, discursos y columnas de opinión de la época.
La tercera alternativa, esperada por menos gente, quizá debido a la polarización que aún vivimos, plantea la llegada de la izquierda como algo inevitable y necesario en una sociedad tan dividida. Una llegada sin que suceda nada catastrófico, más bien brindando al país la oportunidad de aprovechar el cambio de mando y el paso de la derecha a oposición, para transformar al país, dejando atrás la frustración que produce nunca haber tenido el poder, fortaleciéndose la democracia, removiendo los obstáculos que hay para el despegue de la economía, acciones que no se podrían hacer sin un cambio de mando y le son más fáciles a la izquierda.
Los cambios podrían tomar tiempo y con mucha suerte, lograr un gobierno de izquierda que con conocimiento y pragmatismo lograra que la economía despegue, como hicieron Felipe González, la izquierda chilena y Lula da Silva siguiendo políticas de Henrique Cardoso, entre otros.
Un cuarto temor menos considerado, es sin caer en el absolutismo, tener un gobierno revanchista, populista que solamente destruiría, no construiría, que permita que los resentimientos acumulados por décadas lo lleven a una confrontación social destructiva, más divisiva en una sociedad ya polarizada que ayude a llevar al país por deslizamiento al abismo.
La pregunta es ¿dónde estamos ahora?
Ciertamente no en las alternativas comunista, ni socialista del siglo XXI. Todo apunta a que es muy improbable que lleguemos a eso, analizando los deseos de nuestra sociedad y el entorno externo, Cuba colapsando, Chávez en su declive y poca capacidad financiera para mantener su aventura expansionista. Parece que ese peligro quedó atrás.
No estamos en un gobierno represivo y confiscatorio, tenemos un presidente pro Estados Unidos, un partido duro que se ha ido moderando, las realidades imponiendo su fuerza inevitable.
Tenemos dificultades serias en la economía y seguridad, la inexperiencia y prejuicios hacen difícil un éxito instantáneo.
Hay una tensión social innecesaria, prejuicios y acoso al sector privado, especialmente a las gremiales empresariales, que reventaron. Es importante desactivar esta conflagración antes de que el atrincheramiento la vuelva irreversible. El país sería el gran perdedor.
El desarrollo del futuro está en proceso, estamos en capacidad de construir un futuro próspero si desactivamos prejuicios, nos ponemos de acuerdo, vemos con claridad y empujamos por un camino común escogido, el del progreso y combate a la pobreza.
Tenemos una gran oportunidad y un gran riesgo. Se requieren acuerdos entre el FMLN, la derecha empresarial y política y sindicatos.
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