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2011/03/03

EDH-Vidas paralelas

 Marvin Galeas.03 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.

El ex soldado Jacinto P., del Batallón de Reacción Inmediata, fue un bebé como todos los bebés. Tomaba su leche materna y sus padres lo llevaron al Hospital San Juan de Dios cuando le dio la viruela. Ahora Jacinto P. es buscado por la Policía Nacional Civil, acusado de haber participado en el asesinato de una familia en el occidente del país.

¿Qué convirtió a Jacinto P. en un criminal? En realidad no lo sé; no podría describirlo, claro está, en los términos que lo haría un científico de la conducta humana. Pero he estado cerca de los procesos mentales que generan violencia. He visto cómo se transforma la cara de una buena persona, de un pan de Dios, en un feroz guerrero capaz de rafaguearle el pecho al más pintado.

El "Colocho", por ejemplo, era un gran tipo. Compartía, en los campamentos guerrilleros, la tortilla y la colilla del cigarro. Era, como decían sus jefes, un modelo de revolucionario: sencillo, austero, modesto. Pero por la causa era capaz de matar o morir.

Una noche de finales de 1984, bajo una lluvia pertinaz, el "Colocho" y su escuadra tocaron la puerta de un ranchito en un cantón ubicado en el norte de San Miguel. Su misión: aniquilar al informante del gobierno, al oreja, que allí vivía.

-¿Quién es?, preguntaron desde el fondo del rancho.

-Abrí la puerta "hijueputa", que te llegó la hora, dijo el "Colocho" con el fusil terciado. Silencio.

El "Colocho" abre de una patada la puerta. Gritos, carreras, llanto de niños y ruegos de señoras, insultos y blasfemias. Una niña de unos ocho años se prende de una de las piernas del campesino.

-Quitate de allí, niña, que tu papá se va a morir, dice el "Colocho".

La niña no se quita y el "Colocho" dispara. Los pedazos de sesos vuelan por el rancho y salpican a la muchachita. Misión cumplida. Después el "Colocho" comparte la tortilla y la colilla de un cigarro con un tremendo espíritu de solidaridad.

Dos años después del episodio, que seguramente no aparecerá, el "Colocho" desertó. Se hizo soldado. Terminó siendo miembro de una patrulla de reconocimiento de una batallón élite. Algunos me han dicho que lo han visto jefeando bandas de forajidos que operan en la zona occidental del país.

La violencia genera violencia. Recuerdo el día de principios de 1982, cuando recorrí El Mozote, Los Toriles, Rancherías, y aunque ya habían pasado varios meses de la masacre, lo que vi me quitó el sueño por muchos días. Familias completas fueron masacradas.

El "Colocho" comenzó a matar en combate y luego a ajusticiar por la causa revolucionaria, por el pueblo, por establecer el paraíso proletario en la tierra. Mató traidores orejas, burgueses y pequeño burgueses. Quizá el primer muerto le costó, el segundo no tanto; al tercero, la reacción del sistema simpático y parasimpático fue como cuando fumaba.

Jacinto P. comenzó a matar, quizá en El Mozote o en El Sumpul o El Calabozo, quién sabe, para evitar que "la patria cayera en manos del comunismo". Para defender ese sistema occidental y cristiano. El primero le costó, el segundo no tanto; después de las clases de limpieza de área, eliminarle el agua al pez, comenzó a matar en masa.

Colocar la ametralladora M-60, sentir el pañuelo amarrado en la cabeza, la cara pintada, las mangas camuflajeadas enrolladas hasta el codo y disparar: tacataca tacataca tacataca, ¡qué sensación de poder! y la adrenalina quemando la cara, excitado por el olor a pólvora y por el color de la sangre del viejito que corre por la milpa, del niño decapitado por el otro, de la muchacha recientemente violada. Dios da la vida, es poderoso. El soldado la quitaba, también era poderoso.

Al "Colocho" y a Jacinto P., se les acabaron los motivos de la guerra. Los dirigentes burgueses y proletarios se parecen mucho ahora. Se entienden. El comunismo colapsó, no existen paraísos obreros. Los hasta hace poco héroes de un bando y de otro hoy están viejos. No todos tuvieron el mismo destino. La mayoría de antiguos combatientes viven una vida honrada y productiva. Algunos terminaron como delincuentes. Estas vidas paralelas nos deben mover a la reflexión sobre la violencia que ahora nos abate. Una violencia que ya no es generada por motivos políticos e ideológicos, pero violencia al fin y al cabo.

*Columnista de El Diario de Hoy. marvingaleas@cinco.com.sv

elsalvador.com, Vidas paralelas

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