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2011/03/16

EDH-Al señor Presidente de los Estados Unidos

Federico Hernández Aguilar.16 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.

Las variadas expectativas que ha generado su próxima visita a El Salvador, Presidente Obama, están plenamente justificadas. Siendo su país nuestro más importante socio comercial y habiéndose convertido en una de las potencias a la que más ligada se haya nuestra convulsionada historia reciente, los salvadoreños valoramos la trascendencia de su visita y le deseamos una productiva estadía en esta hermosa tierra.

Viene usted en momentos muy particulares, señor Presidente. El último mandatario norteamericano en honrarnos con su presencia fue George W. Bush, cuando su homólogo en estos trópicos era Francisco Flores. A medio camino de su primer periodo en la Casa Blanca, Bush no tuvo reparos en cubrir de elogios a su colega salvadoreño, que apenas un año antes, durante una reunión iberoamericana en Panamá, había contrariado al mismísimo autócrata cubano, Fidel Castro, a quien puso en su sitio de una manera que no ha vuelto a repetirse.

En sus días de periodista crítico, nuestro actual Presidente, Mauricio Funes, entrevistó al comandante Castro en La Habana, en un ejercicio televisivo que sirvió al dictador para exhibir su hiperbólica personalidad. Jamás, por cierto, como en aquella ocasión, volvimos a ver al temido entrevistador (y futuro mandatario) tan disminuido.

Traigo a colación estas anécdotas, Presidente Obama, para ilustrarle a usted sobre la magnitud del cambio que El Salvador ha registrado en la última década. Las fronteras que antes dibujaban los límites entre estatismo y libertad, entre dictadura y democracia, entre militancia y tolerancia, se han ido difuminando poco a poco en nuestro imaginario colectivo. Esto, dicho sea de paso, no es del todo malo, porque unas dosis de descontaminación ideológica siempre benefician a una sociedad tan dividida como la nuestra.

Al menos ante la opinión pública, nuestro actual Presidente ha querido garantizarse un espacio de independencia entre sus decisiones y las del partido oficial, el FMLN, que también ha aprendido a ser cauto (talvez a fuerza de analizar encuestas) en la manifestación de sus incomodidades. Hay quienes creen que estas supuestas divergencias son parte de una trama maquiavélica, destinada a transformar a El Salvador en un nuevo satélite chavista; otros opinan que las tensiones son reales, nacidas de formas muy distintas de concebir la libertad y la democracia, lo que convertiría a Mauricio Funes en el líder providencial de una transición encaminada a vacunarnos, de una vez por todas, contra el radicalismo marxista y el reduccionismo anticomunista.

Y ojalá fueran las cosas así de simples, Presidente Obama. Nada mejor podría ocurrirle, creo, a este pueblo tan noble y tan sufrido. La verdad, sin embargo, podría ser mucho más compleja.

El FMLN sigue sin mostrar todas sus cartas. Continúan hablando de socialismo, pero no aparece todavía el líder que defina claramente qué entienden por tal cosa. Han dado marcha atrás, ante las cámaras, en su pugna con el hombre que llevaron al frente del Ejecutivo, pero dudo que alguien pueda asegurar que ese reposicionamiento sea menos coyuntural que auténtico. Nadie lo sabrá, en todo caso, sino hasta el día en que la popularidad de Mauricio Funes empiece a desplomarse. Entonces veremos qué tan leal resulta el FMLN como partido "aliado" de nuestro temperamental gobernante.

Quizá sea cierto, Presidente Obama, que calificar al partido oficial por sus liderazgos es, a estas alturas, una temeridad. El hecho que hace apenas 18 meses, en su calidad de militante, nuestro Vicepresidente haya dicho que los Estados Unidos iban a ser "derrotados en América Latina" tal como habían sido "derrotados en Vietnam", quizá no signifique que el FMLN entero vea a la nación norteamericana como un enemigo a vencer. El que lo vocifere en la plaza pública el segundo al mando del gobierno es preocupante, pero talvez se pueda vivir con ello si en las conversaciones privadas entre usted y nuestro mandatario se ríen juntos de estos trasnochados fervores guevaristas.

Lo malo es la oscuridad que rodea a otros actores, identificados o no, que parecen mover los hilos con mayor sutileza. Estos personajes no están comprometidos con ideología alguna, pero utilizan a los "convencidos útiles" para medrar ampliamente entre bastidores. Le apuestan al caos con el propósito de distraer nuestra atención de los ilícitos y lucrativos negocios que administran. Para ellos, hacer de nuestro país un corredor del narco es sólo uno de sus principales objetivos. Permanecer lo más que puedan, sin ser detectados, es condición fundamental. Les conviene que haya funcionarios de gabinete peleados con los sectores productivos o diputados que subasten sus principios al mejor postor. Necesitan la corrupción para florecer y la debilidad del Estado para fortalecer sus redes ilegales. Su prosperidad se paga –así de simple– con la desgracia de la sociedad completa.

¿Cómo podemos los salvadoreños derrotar a estos que son los verdaderos enemigos de nuestro desarrollo? Con diálogo, solidez democrática y la tan invocada unidad del país en torno a una agenda mínima de objetivos. Si su tan esperada visita a El Salvador, Presidente Obama, nos alienta a la consecución de estos requisitos indispensables, créame cuando le digo que vamos a recordarle siempre con cariño y gratitud.

elsalvador.com, Al señor Presidente de los Estados Unidos

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