Rafael Lara-Martínez.20 de Marzo.Tomado de Contra Punto.
Desde Comala siempre…
El Salvador es el país más pequeño del continente, el Pulgarcito de América. Julio Enrique Ávila (1937)
La historia es el olvido eterno de lo añejo. PQ
Del hecho…
La llegada del presidente de EEUU, Barack Obama, a El Salvador provoca expectativas e inquietudes exageradas. En una región azotada por la violencia, el narcotráfico y el desempleo, la emigración ilegal se vuelve un rubro esencial de la economía política. La lógica del encuentro haría de esos ámbitos mencionados los más propicios a la cooperación.
Por tradición, la esfera militar cobraría un nuevo ímpetu bajo la justificación del crimen organizado, la droga y la violencia. Un nuevo apoyo militar lo anticiparía la sospecha de su viaje como una tentativa renovada por asegurarse un control más sofisticado del patio trasero. Siempre es más fácil sancionar que prevenir y generar oportunidades de empleo.
Como expectativa suprema se desearía que intercediera por los miles de salvadoreños sin papeles que viven en EEUU, cuestión que sólo resolvería una reforma migratoria integral del congreso. Obama no es más que un eslabón, por fuerte que sea, dentro de una cadena vasta de intereses y posiciones encontradas. Más mitigado se implementaría la inversión financiera, el flujo de capital para la creación de fuentes de trabajo, tarea ardua a la hora de un declive global. De guerras y desastres naturales.
… al dicho
Si estos asuntos políticos quedarán en la controversia —ahora que la crisis arrecia y las guerras continúan—la visita de Obama a la tumba de Monseñor Romero y al sitio arqueológico de Joya de Cerén se presta a una evaluación más positiva. Se trata de un doble acto simbólico que, más allá de todo convenio inmediato, le concederá una trascendencia histórica a su llegada.
El simple gesto de visitar la tumba marcará una reconciliación entre el pasado y el presente, entre una tradición de intervencionismo militar y un nuevo legado de paz. La cortesía de Obama hacia el legado pacificista salvadoreño llenará nuestro territorio de esperanza. Lo que no materializan los hechos de una economía política en crisis y al umbral de una nueva guerra en Libia —curioso, no en Yemen ni en Bahrein— lo realiza ese enlace con el pasado reciente. Hay un llamado a la no-intervención, a la justicia y al desarrollo social en vez del militar.
La visita a Joya de Cerén despierta menos comentarios de la prensa salvadoreña. Para la historia nacional “el tiempo es corto”. El origen milenario lo percibe siempre como ruina una mentalidad dedicada al crédito, al credo monetario, y a la creencia de un progreso absoluto, cambiante, que nunca llega. Empero, en ese antaño remoto de hace 1400 años, se arraiga la permanencia de lo humano en el país. Su vocación de civilización añeja y de persistencia en un territorio. Hay un llamado de lo añejo que la mayoría desdeña.
El trecho
Entre el pasado reciente y el antaño, la visita a ambos sitios la considero más esencial que cualquier acuerdo político inmediato. Me indican que debemos romper con ese ángel exterminador de odio hacia el pasado y de futuro único, de lo que sacrifica el presente. Ni el pasado ni lo añejo son ruinas. Son presencias vigentes que ningún cambio político, ninguna urgencia demoledora, logrará abolir. Son un organismo vivo. Joya es el símbolo de lo añejo, de un cuerpo humano hecho de maíz —en carne y hueso— que persiste en el olvido de los contemporáneos. El que toda historia nacional ignora.
En breve, si la tumba de Romero simboliza el ideal de paz en época de guerra, Joya encarna una historia del cuerpo, aún sin escritura, en época de fundamentalismos y tabúes. Porque el pasado es más extenso que el porvenir; lo añejo aún más vasto que la historia. Pero toda historia nacional “se desliza, dicen ecos sin recuerdo, hacia el olvido eterno (in oblivium perpetuam)”.
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