Mario Edgardo Magaña.16 de Marzo.Tomado de Diario Co Latino.
La mayoría de los medios de comunicación en casi todo el planeta han descrito las revoluciones recientes en Túnez y en Egipto como revoluciones contra los dictadores Ben Ali y Mubarak. Algunos de estos medios también han incluido en sus reportajes la corrupción de los gobiernos dirigidos por los personajes ya mencionados. Sin embargo, un análisis más a fondo sobre las causas de los levantamientos en estos dos países fácilmente lleva a la conclusión que otro factor muy importante es el sistema económico impuesto en esas naciones por Estados Unidos y Europa, es decir, el neoliberalismo, razón por la cual el Fondo Monetario Internacional (FMI) elogió a ambos países en muchas ocasiones y los usó como ejemplos a seguir en otros países.
¿Qué es el neoliberalismo? En su ‘Historia Breve del Neoliberalismo’ el autor David Harvey lo describe como “una teoría de prácticas de política económica las cuales proponen que el bienestar humano puede avanzarse de manera óptima a través de la liberación de las habilidades emprendedoras del individuo dentro del marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada fuertes, mercados y comercio libres”. Los gobiernos de los estados neoliberales garantizan, por fuerza si es necesario, el “funcionamiento adecuado” de los mercados. Donde los mercados no existen, por ejemplo, en el uso de la tierra, agua, educación, salud pública, seguro social y contaminación del ambiente, el estado debe crearlos. Bajo estos parámetros, las funciones del estado están limitadas a solamente garantizar “la santidad” de los mercados y cualquier intervención del estado siempre está subordinada a los mercados. Todo comportamiento humano, no solamente la producción de artículos y servicios, se reducen a transacciones del mercado.
Claramente, la aplicación del neoliberalismo utopista en el mundo real conlleva a sociedades deformadas condenadas al desastre social y económico.
En El Salvador, el neoliberalismo fue implantado justo después de la guerra civil por ARENA, el partido que gobernó al país hasta mediados del 2009. Así como en Egipto y Túnez, el neoliberalismo salvadoreño ha tenido consecuencias desastrosas para los miembros más vulnerables de la sociedad. Los derechos de los sindicalistas fueron reducidos, los sistemas de educación, la salud pública, la seguridad pública y la producción de alimentos fueron destrozados por descuido o a propósito y por la privatización desmesurada. La mayoría de los trabajadores sufrieron debido a los bajos salarios en relación al costo de la vida. Para los ricos y poderosos, las reglas fueron diferentes. El estado repartió recursos públicos para el beneficio de una elite minoritaria que ya era opulenta. La privatización produjo enormes ganancias para aquellos individuos políticamente bien conectados, pues ellos pudieron adquirir bienes del estado a un precio mucho más bajo de su valor real de mercado. Gran parte de las ganancias obtenidas por muchas empresas fueron obtenidas a través de contratos con el gobierno sin participar en ningún concurso. Al mismo tiempo, muchas de estas ganancias exorbitantes vinieron de fondos del estado obtenidos a través préstamos del FMI y de la ayuda de gobiernos extranjeros.
Las conexiones políticas resultaron en la ruta más segura para obtener ganancias astronómicas y permitieron la compra de puestos importantes dentro del gobierno para asegurar la continuidad de los contratos con el gobierno. Otro resultado directo fue la influencia de una nueva generación de empresarios (los ricos de hoy en día no eran parte de las familia ricas tradicionales) mostrándose en la manipulación del sistema político para poder obtener el mayor número de escaños en elecciones a través de prácticas fraudulentas difícil de verificar por observadores criollos o internacionales.
Tristemente, el legado del neoliberalismo sigue afectando a la sociedad salvadoreña de manera fuerte debido a que ha establecido raíces profundas difíciles de erradicar a corto plazo. Ejemplos claros son el alto costo de artículos de primera necesidad, los cuales son más caros que en los Estados Unidos mismos, los precios exorbitantes de medicinas básicas debido a su monopolio, el transporte público desordenado y peligroso debido a la falta de control por parte del gobierno de las empresas privadas de transporte cuyo único objetivo es maximizar su lucro, la presencia de ejércitos de seguridad privada más grandes numéricamente hablando que la policía nacional civil, etc.. A esto, le podemos añadir la timidez del nuevo gobierno de implementar cambios profundos necesarios para sacar al país adelante, tales como no endeudarlo más solicitando créditos a organizaciones nefastas como el FMI, cuyo objetivo principal es mantener a las naciones que reciben sus préstamos en estado virtual de esclavitud.
En resumen, el espejismo causado por el neoliberalismo en la forma de centros comerciales opulentos y la presencia de restaurantes extranjeros de comida chatarra en cada esquina no son suficientes para enmascarar la pobreza de un gran sector de la población salvadoreña. Mientras el gobierno y los políticos no pongan en marcha un plan meticulosamente pensado para erradicar el neoliberalismo y conciban una estrategia diseñada por salvadoreños que tome en cuenta los parámetros únicos de la sociedad salvadoreña, los problemas seguirán profundizándose y sus soluciones serán mucho más difíciles de implementar.
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